El iPad y yo: 11 años de historia

El iPad y yo: 11 años de historia

Mi relación con el iPad se remonta a la primera versión, aquella que, a modo de Moises bajando del monte Sinaí, presentó el Steve Jobs allá por enero de 2010 (11 años a punto de cumplirse). Ya desde el primer día tuve mis idas y venidas con él. Mis dudas y expectativas, como ya os conté en este post.

Tardé unos meses desde la salida en comprar aquella primera versión y confieso que no acabé de sacarle partido. Lo vi, como expresaba en el post, como un iPhone grande y apenas lo usaba para otra cosa que no sea leer algún libro, ver algún video y consultar correos.

11 años han pasado

Que se dice pronto. 11 años desde que el iPad cambió el concepto de tablet. Y si exceptuamos a Microsoft desde no hace mucho con sus Surface, nadie les ha hecho sombra.

Mucho han cambiado los iPad desde esa primera generación a la gama actual, especialmente con la llegada de los Pro y los Air de cuarta generación presentados a finales de 2020. Apple ha hecho un gran esfuerzo en convertirlo en mucho más que una pantalla para consumir contenidos y llevarlos a un nivel en el que sean máquinas con las que puedes trabajar perfectamente.

Añadir soporte para teclado y ratón externo. Crear su fantástico, y caro, Magic Keyboard que incluye el trackpad. Adaptar el sistema operativo, desligándolo por fin del iOS del iPhone para tener las peculiaridades que un iPad requiere. La conexión USB-C para que admita casi cualquier dispositivo tanto de entrada como salida. El fabuloso Apple Pencil… sin duda herramientas y cambios destinados a que el iPad sea algo más que una pantalla para mirar el correo.

Mi iPad Air de 2020

Hace un par de años, cuando salió el iPad pro, me tiré de cabeza a por él. Lo devolví antes de las 2 semanas de prueba que tenemos los consumidores por una razón que puede sonar estúpida: me abrumé. Sentí que tenía ante mí un pedazo de tecnología inmenso y que yo no estaba a la talla de tal producto, que me venía grande por todos lados. Lo devolví y me compré un MacBook Air para sustituir al que ya tenía y que necesitaba una jubilación. Craso error, pero esa es otra cuestión.

Con mi vuelta al mundo Apple de octubre, una de mis adquisiciones fue el iPad Air de este año. Un iPad pro light. Mi atracción por este dispositivo sigue siendo inmensa y tener algo un poco menos «intenso» que el pro pensé que era mi solución. Otro craso error. El iPad Air nuevo, el de 2020, es una bestia parda. Es una pieza de tecnología desbordante, algo que va mucho más allá de lo que puede parecer.

Compré el pack completo con Magic Keyboard y Apple Pencil y es sencillamente fabuloso. Tengo la sensación de que es algo mágico, no sé porqué no llego a sentir eso con otros dispositivos de Apple. Siento que todo es fluido, que cualquier cosa vuela, que la pantalla se ve y responde como ninguna otra. Me siento, una vez más, abrumado por la cantidad de tecnología a mi disposición y otra vez siento que apenas saco una 15-20% de lo que ese producto es capaz de hacer.

Exprimiendo el iPad Air

Ayer me dio por hacer pruebas con él. Tengo un pequeño hub USB-C que compré para el portátil que incluye 1 conector USB 2.0, otro 3.0, un USB-C y salida HDMI, todo gracias a la magia y potencia del USB-C. Me dio por conectarlo al iPad Air y se hizo la magia.

Conecté un combo de teclado+ratón al usb2.0, un pendrive al 3.0, le di alimentación al iPad a través del USB-C y finalmente lo conecté a un monitor externo a través del HDMI. Todo funcionó a la primera, todo fue como la seda y, una vez dentro de los programas, era como estar en un Mac de sobremesa pero con esa fluidez extra que sólo tienen los iPad/iPhone. Era magia.

No os cuento nada de ese fantástico Apple Pencil, al que cada día saco más partido gracias a aplicaciones como Notability, que me parecen sencillamente imprescindibles si quieres sacar jugo al iPad en productividad.

Y sin embargo…

…no consigo que se convierta en mi dispositivo principal, pero estoy convencido de que la culpa es mía.

Emilcar comentaba en uno de sus podcast hace unas semanas que su hija, acostumbrada desde siempre a trabajar y estudiar con el iPad, no se estaba haciendo a trabajar con un ordenador, un MacBookPro antiguo. El concepto de ventanas, de varios programas simultáneos, de que había cosas unas encima de otras, el escritorio, el botón de cerrar ventanas/apps… eran nuevos para ella.

Ella ha crecido en la era del iPad. Del botón home o del gesto de deslizar para cerrar lo que hay. De compartir a través de un menú en vez de arrastrar un elemento sobre otro. A que como mucho tengas una pantalla dividida, no múltiples ventanas. Ella seguramente sacará todo el jugo en unos años a dispositivos como el iPad.

Nosotros, los de la vieja escuela, queremos esas ventanas. Me encuentro más cómodo trabajando así, siento que es como más produzco. Y si tengo dos pantallas para tener más ventanas, mejor. Quiero esa multitaréa.

Supongo que las nuevas generaciones acabarán centrándose en lo que están trabajando, sabrán gestionar las notificaciones y acudirán a segundos programas sólo cuando lo reclamen, en lugar de tener puesto el correo electrónico en una segunda ventana.

Estoy convencido de que el fallo es mío. El iPad Air es un aparato increíble al que, una vez más, no saco ni de lejos el partido que puede darme. Creo que no tardará mucho en llegar el día en que estas nuevas generaciones que vienen empujando desplacen los portátiles a un segundo plano para dar importancia a estos cacharros. Lo veré, y me sentiré una vez más muy mayor. Pero me alegraré muchísimo de ver que las cosas siguen evolucionando.

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