De vocación… Archivero de Huéscar

De vocación… Archivero de Huéscar

Una charla con Antonio Ros Marín

Buenos días y bienvenido al primer De vocación… de esta temporada, una especie de refundación de los anteriormente conocidos como Un café con….

Vamos a descubrir gente que disfruta y cree en su trabajo. Gente que, aunque quizás no tuvieran esa vocación desde pequeños, han convertido su trabajo en algo más que su forma de tener dinero para sobrevivir, gente que siente pasión por lo que hace.

Esta sección, con voluntad de ser quincenal, da comienzo con el amigo Antonio “El archivero” Ros Marín.

Antonio, el archivero

Conocí a Antonio cuando viajé a Huéscar a colaborar en el rodaje de La Guerra Más Larga, documental de Jorge Rivera sobre la guerra que mantuvo el pueblo granadino de Huéscar con el reino de Dinamarca durante casi 200 años.

Antonio es el archivero de la localidad y nos ayudó sobremanera en todo lo que necesitamos durante el rodaje. Facilitar información, documentos, contactos con las personas implicadas… y a raíz de ahí se me quedó la espinita clavada de conocer más sobre su trabajo. Y hete aquí que decido comenzar esta nueva temporada de esta sección y el primero en que pienso es en él.

Antes de nada, agradecer a Antonio que no haya dudado ni un segundo en participar en esta sección y ahora sí, doy la palabra a Antonio, que es a quien tienes que leer hoy, no a mi.

La entrevista

Dagarin: Buenos días, Antonio. Antes de nada, darte las gracias por prestarte a colaborar en esta sección. Yo te conozco como “el archivero” de Huéscar. ¿Cuál es realmente el nombre de tu trabajo?

Antonio: La denominación oficial que aparece reflejada en la RPT (Relación de Puestos de Trabajo del Ayuntamiento de Huéscar) es la de Archivero-Bibliotecario. Entonces yo, como tú bien dices, soy Antonio “el archivero” y trabajo en el Archivo Municipal de Huéscar.

Dagarin: ¿Y en que consiste tu labor?

Antonio: En custodiar los documentos generados o recibidos por el Ayuntamiento en el transcurso de su gestión. En tratar técnicamente esos documentos con trabajos de control, clasificación, ordenación, selección y descripción documental con el fin de recuperar, mediante inventarios o catálogos, la información contenida en ellos. En servir esa documentación, proporcionando la información contenida en los expedientes, documentos, proyectos, etcétera, a las dependencias municipales que soliciten antecedentes y a los ciudadanos e investigadores; eso sí, respetando las limitaciones de acceso a los documentos contempladas en las leyes.

Del correcto desempeño de estas tareas va a depender el fin último y primordial del Archivo: servir la documentación a la Administración y a los ciudadanos como garantía de la transparencia administrativa imprescindible en todo Estado de Derecho, así como a la investigación, aspecto de especial relieve cuando se trata de conservar y dar a conocer nuestra Historia.

Dagarin: Ni más ni menos que todo un custodio de la información pública, ahí es nada. ¿Cómo conociste esta profesión? ¿Llegaste por vocación o por casualidad?

Antonio: La conocí por esas casualidades de la vida en la que mis padres querían lo mejor para mi futuro -en aquellos tiempos, en mis horas libres, yo era de los tirachinas en ristre, que aún conservo, mataduras por todo el cuerpo y de sólo aparecer por casa para comer o dormir- y, aprovechando la ocasión de que el nuevo cura párroco que llegó al pueblo era conocido de la familia le pidieron que me enseñara un oficio en los días libres de colegio, lo que me lleva a ser aprendiz en el Archivo Parroquial, los sábados por la mañana.

Lo interesante de los Archivos, en general, y los históricos, en particular, es que cuanta más documentación custodian, más hechos curiosos atesoran.

Esta situación se prolongó durante casi dieciocho años y la cosa se fue volviendo una vocación. Durante esos años, entre 1985-1988, hice la carrera de Biblioteconomía y Documentación en Granada, de ahí que, tras muchas oposiciones -soy bastante duro de mollera- y muchos trabajos diversos, tuve la inmensa fortuna de que en el Ayuntamiento crearan y dotaran la plaza de Archivo, a la vez que convocaron la oposición de archivero-bibliotecario, y…. así, hasta el día de la fecha.

Dagarin: Me sorprende leer que existe una carrera específica para esta profesión, lo cual si lo pienso tiene todo el sentido ya que se trata de una tarea de vital importancia mantener en perfecto orden toda esa documentación. Creo que tenéis algo así como una especie de asociación, o diferentes asociaciones por territorios. ¿En qué consisten, cuál es su labor?

Antonio: Si, por toda España las hay. En concreto, en Andalucía, está la Asociación de Archiveros de Andalucía, con sede en Sevilla. Fue fundada en 1992. Según la página oficial, su vocación es la de agrupar a todas aquellas personas e instituciones vinculadas al ejercicio profesional de funciones archivísticas en Andalucía. Y, su objetivo fundamental es la defensa y promoción de los archivos y archiveros de nuestra Comunidad Autónoma.

Ahora bien, te digo un secreto, yo en donde estuve muchos años como socio fue en la Asociación de Archiveros de Castilla y León (ACAL). Utilizaba su mayor veteranía y los recursos formativos de primer nivel para preparar mis oposiciones. A día de hoy, sin embargo, no pertenezco a ninguna.

Dagarin: Gracias a vosotros se descubren cosas como que en 1981 Huéscar seguía en guerra con Dinamarca desde hacía casi dos siglos, que dio lugar a una gran firma de La Paz recogida en el documental La Guerra Más Larga. ¿Alguna otra curiosidad que nos puedas contar a ver si sacamos ideas para otro documental?

Antonio: Lo interesante de los Archivos, en general, y los históricos, en particular, es que cuanta más documentación custodian, más hechos curiosos atesoran y no sólo por el volumen sino por tantos avatares por los que han pasado las gentes que vivieron antes que nosotros. Unas veces nos sorprenden por su ingenuidad, otras por su dureza o benevolencia y, otras, puede ser porque alguien, como Don Vicente González Barberán, en Mayo de 1981, escriba un artículo, con fondo histórico pero salpicado de explicaciones amenas para todo tipo de lectores, en donde propone, a una resolución municipal, una “solución pacífica” que, como buen español, primero habría de pasar por una generosa mesa ataviada de ricos manjares y alguna que otra bebida espirituosa, para contento de las partes enfrentadas. Y, de ahí, a lo que vino después, solo fue ponerle un poco de ingenio, buen humor y ganas de compartir. Lo demás lo consiguió, en efecto dominó, el poder mediático de la información periodística.

Los dos «chalados», Jorge Rivera y Jaime Noguera, simulando la detención de Antonio

Lo del documental ha sido cosa de otros dos “chalados” como nosotros que, junto a un equipo de profesionales, entre los que tú estás, osaron trasladar a la pantalla aquella curiosa historia que, por su bonanza y resolución, fue espejo en todo el mundo de lo que el hombre puede hacer, si quiere, con los conflictos bélicos.

Sobre lo último que he encontrado, ahora que estamos muy “ecólogos”, es una publicidad del año 1916 en donde se ofrecía a los agricultores, como nutriente de resultados increíbles en sus cosechas, un abono o “fertilizante radioactivo”, que multiplicaba el volumen de los frutos y, por tanto, la productividad de los terrenos en donde era utilizado. Sus componentes, como es lógico… cosa liviana para la digestión, una combinación magistral de uranio, plutonio, radio, actinio…. Ahora bien, con el hecho de que por entonces estaba liada la Primera Guerra Mundial, no debió de tener mucho éxito de distribución y venta porque, si no, hoy me da que estaríamos todos, de color verde, con unas antenitas en la cabeza y, casi seguro, brillaríamos en la oscuridad. 

Dagarin. Me parece increíble los despistados que estábamos con esto de radioactividad a principios del siglo pasado. Que natural se ve la publicidad, con el antes y el después como en cualquier teletienda de hoy en día. Te hace pensar que pensarán dentro de un siglo de nuestros tiempos cuando vean que se está fabricando carne de pollo en laboratorio. Asombroso.

Pero continuemos. Cómo ya sabes, soy muy tecnológico así que aquí van un par de preguntas sobre tu trabajo y la tecnología. La primera: ¿Qué tal se llevan las nuevas tecnologías y esta profesión?

Antonio: Ciertamente se llevan bien, otra cosa es que pretendas que yo sea un dechado de virtudes tecnológicas y, ahí, “has dado en tosca”. Yo, a día de hoy, sigo trabajando con Windows 7, escoltado siempre por un papel, un lápiz, un borrador y un sacapuntas -que son mis más fieles compañeros de trabajo-. Amén de esta “insignificante” circunstancia tecnológica particular, por ejemplo, acciones como la digitalización de documentos, el uso de bases de datos, los programas de retoque digital, los sistemas de almacenamiento… nos están permitiendo realizar procesos tales como la reproducción documental o copias de seguridad como salvaguarda de esos documentos antiguos que, hace un tiempo, eran impensables.

Dagarin: Pensar que todo eso se pudiera perder por algún tipo de catástrofe tipo incendio, inundación o similar sería terrible. Me hace recordar la escena final de El nombre de la rosa. Sé que tenéis un gran archivo de actas, prensa, anuncios impresos. Cada vez más todo este contenido se genera directamente en formato digital. Periódicos que sólo tienen versión web, comunicados que se publican en medios digitales… ¿Tenéis prevista alguna forma de preservar ese archivo digital?

Antonio: En un principio, trabajamos con los medios de almacenamiento más usuales como los discos duros externos y, hace un par de meses, han instalado un nuevo servidor del Ayuntamiento en el Archivo, en donde está previsto que volquemos nuestros fondos digitales, compaginando esa copia de seguridad, con la posibilidad de acceso remoto por investigadores y curiosos a esos documentos e imágenes.

Dagarin: Precisamente con Google, las webs de todos los ayuntamientos, y tanta información digital, ¿sigue teniendo sentido mantener una red de archiveros que preserven un legado o ya está todo ahí al alcance de todos?

Antonio: Yo creo que sí, aunque estemos en el lado oscuro. Como buen lector y conocedor que eres, en y de las nuevas tecnologías -da igual el buscador que uses-, sabes que la información visible a la que accedemos, como usuarios, a través de internet, apenas supone un dos por ciento de la que circula en la red. Y eso que no hemos entrado en la llamada “red oscura”. De momento, con toda esa red y ese montón de datos que contiene, aún no abarca al otro dos por ciento de la información que hay en distintos formatos en los archivos.

La tecnología avanza muy rápidamente en control y gestión de la información que se produce cotidianamente, pero no lo hace así con la que se contiene en los fondos antiguos. Da la sensación de que a los promotores y gestores tecnológicos no les interesa. Es más fácil y rentable crear “algo” o a “alguien” al que determinan como “erudito histórico, científico-técnico, filosófico…” que se dedica a volcar/colgar en la red auténticas salvajadas informativas -con tergiversación incluida, si es necesaria-, cuando no sabe ni atarse los cordones de los zapatos, si bien, en las redes sociales, tienen millones de seguidores. Y perdón por la comparación, cuando sufren una flatulencia informativo-intelectual, todos suspiramos a su alrededor creyendo y afirmando que huele a rosas o capullitos de alhelí en los jardines del Edén.

Sobre lo último que he encontrado, ahora que estamos muy “ecólogos”, es una publicidad del año 1916 en donde se ofrecía a los agricultores, como nutriente de resultados increíbles en sus cosechas, un abono o “fertilizante radioactivo”

Dagarin: Es triste la situación que comentas. Ya he comentado por aquí más de una vez que vamos demasiado rápido. Solo leemos el titular, si es que lo leemos completo, y no nos preocupamos de leer los artículos completos. Mucho menos verificamos fuentes o su veracidad. ¿Crees que se podría hacer algo al respecto desde los organismos oficiales? Campañas de difusión, jornadas abiertas en los archivos municipales, facilitar el acceso telemático…

Antonio: Cuando estudié la carrera había una asignatura que se llamaba “Sociología de la Comunicación” y en ella nos decían que el exceso de datos produce “ruido informativo”, esto es como cuando estás en el bar y hay múltiples conversaciones a tu alrededor, no te enteras casi ni de la tuya con tu interlocutor. Entonces, si los mensajes en los artículos son concisos y no hay divagación, la información nos llegará casi en su totalidad, de ahí el refrán popular de “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Pero como somos muy atascados -mentalmente hablando-, nuestras acciones nos retratan y, entonces, el refrán que nos identificaría sería el de “Burro grande, ande o no ande”. ¿Te suena eso de “llenar de contenidos” un espacio, un artículo, …? Sí, pero, ¿cuáles y en qué cantidad?, ¿primamos la calidad?, ¿validamos, sin más control, lo escrito?… 

Desde los organismos oficiales, claro que se pueden hacer muchas cosas, muchísimas; tienen el poder y los medios -pero da la sensación que demasiadas veces no les interesa-.

Dagarin: Hubo un tiempo, cuando Twitter era una red en la que daba gusto estar, que se empezó a hablar de la “infoxicación” refiriéndonos a ese ruido. Demasiada información y difícil quedarse sólo con la relevante y eliminar la morralla. Volviendo a la tecnología, estoy hablando mucho acerca de la Inteligencia Artificial en la web. ¿La estáis usando de alguna manera en vuestro sector?

Antonio: Como te he comentado antes, utilizamos aplicaciones o programas informáticos aplicados o adaptados a la especificidad de nuestro trabajo. Hoy, éstos la llevan inserta en sus estructuras de desarrollo, así, podemos hacer retoque fotográfico con reintegración física o cromática del documento, reconocimiento facial fotográfico, reconocimiento de textos u OCR para documentos mecanografiados…, en fin, aplicaciones muy similares a las que puede llevar cualquier dispositivo móvil personal, pero enfocadas a los fondos que custodiamos, dependiendo de su distinta tipología.

Dagarin: Maravilloso. Me parece estupendo ver que esas tecnologías también sirven para recuperar nuestro legado. Esta profesión no parece demasiado conocida por los jóvenes. Hace unos años tu reemplazaste a Vicente González Barberán como archivero de Huéscar. Aunque esté lejos, ¿cómo ves el tema de tu reemplazo?

Antonio: Estimado Daniel, como te lo explico sin que parezca engreído o petulante por mi parte.

Dagarin: Tú nunca serás engreído ni petulante.

Antonio: No te fíes. ¿Tú me imaginas, con lo bruto que soy, como Consejero Provincial de Bellas Artes, Delegado de la Dirección General del Ministerio de Educación y Ciencia y después del de Cultura en Granada, luego como Jefe de la Unidad Administrativa de Archivo, Biblioteca y Publicaciones del Patronato de la Alhambra y el Generalife, y, como Director del Archivo Orleáns-Borbón?

Sigo comentándote -y no te he dado toda la relación de cargos en que ejerció su labor profesional-, en los ratos libres que le dejaba su labor de alto funcionario del Estado, su amor por la historia lo hizo reconvertirse, altruístamente, mientras investigaba, en el lugar o desde su despacho privado, en organizador y sistematizador de diversos archivos municipales, parroquiales y nobiliarios sin ningún tipo de relación laboral con esos centros públicos y privados. Transformada esta afición, por un periodista, en su profesión, las sucesivas crónicas lo refrendan como tal, sin cotejar los datos. Muy a mi pesar, pues hoy estaría todo el fondo del archivo “como los chorros del oro”, Don Vicente nunca fue oficialmente -pues no existía, en aquellos años, tal plaza en el Ayuntamiento- el archivero de Huéscar pero, eso sí, hasta el día de su fallecimiento ha sido el investigador más notable, y prolífico difusor, del Archivo y del contenido de sus fondos. Pues eso…, que aunque lo hubiese sido, yo, a este hombre, no lo podría reemplazar como archivero, ni en mil años, aunque la Inteligencia Artificial se empeñe en ello. Para muestra, por ejemplo, mi currículum profesional.

Espero que el trabajo que desarrollo pueda ser valorado, para cuando me jubile, como “de cierto interés” por mis superiores y decidan seguir cubriendo la plaza.

En cuanto a mí, espero que el trabajo que desarrollo pueda ser valorado, para cuando me jubile, como “de cierto interés” por mis superiores y decidan seguir cubriendo la plaza con profesionales, eso sí, mejor preparados y más actualizados tecnológicamente que un servidor -y eso no les será difícil-, para que la plaza nunca quede vacante o desaparezca.

Dagarin: A mi me da que esta profesión no sólo es tecnología, conocimientos, curriculum… Tiene mucho de pasión y vocación. Y de eso tú tienes mucho. Perdona, continúa.

Antonio: Sobre el “conocimiento” de esta profesión por muchos de los jóvenes, pasa como con el resto de ocupaciones, es poco o ninguno. Tienen todos los medios -habidos y por haber- al alcance de su mano para comerse el mundo y sólo les suenan aquellas profesiones en las que supuestamente van a cobrar un dineral y van a teletrabajar, un par de días, sin ninguna complicación.

Dagarin: Quiero pensar que no todo está perdido con la juventud. Cuando he asistido a algunas de las proyecciones de “La guerra más larga”, siempre ha habido mucha juventud que, además, ha demostrado interés. La labor que haces como archivero, como conservador y custodio de la historia, debe permanecer y espero que el ayuntamiento, llegado el momento, mantenga la plaza.

Bueno, No te quiero robar más tiempo, pero ¿alguna cosa que nos quieras comentar y que no hayamos hablado?

Antonio: Pues que, siguiendo los cánones establecidos por el Ayuntamiento de esta localidad y el Reino de Dinamarca, en el “armisticio” del año 1981, después de arriesgar con esta entrevista tu dignidad personal y profesional, quedo obligado a invitarlo, a usted, a visitar físicamente esta población para proceder a la degustación de alguna chuletilla de cordero segureño, regado con un buen “picoso” y así zanjar este parlamento, eso sí, sin utilizar la Inteligencia Artificial, pues no está preparada para estos menesteres.

Dagarin: La Inteligencia Artificial que trabaje y nosotros degustar. Un placer leerte y cuenta con mi visita más pronto que tarde para degustar los buenos manjares de tu tierra.

Un fuerte abrazo, Antonio, y muchísimas gracias.

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