Noche de Reyes

Me encanta la Noche de Reyes. Siempre me ha encantado. De pequeño por la ilusión de acostarme sabiendo que por la mañana el árbol iba a estar lleno de regalos de todo tipo. A veces más, a veces menos, no siempre la cosa ha estado boyante, pero nunca faltaba algo. Acostarme en la cama, hacerme el dormido y escuchar voces y ruidos lejanos. Cajas moviéndose, el típico sonido de los papeles brillantes de regalo. Alguna risa, alguna tos que se parecía sospechosamente a la de mi padre. Levantarme y descubrir que sí, que pese a amenazas y regañinas, había sido lo bastante bueno como para que te trajeran alguna cosita de las que había escrito en la carta. Nunca entendía porque siempre venían cosas como calcetines o un pijama que no había pedido, pero bueno, cualquier regalo es bueno. Eso si, siempre faltaba algo. Porque nunca había sido bastante bueno y si lo quería todo el año siguiente tenía que ser mejor. Pero no importaba porque ellos, no sé como, siempre sabían lo que a mi me hacía más ilusión y eso nunca faltaba.

Creo que no sufrí el trauma de descubrir que los Reyes eran los padres. Quizás porque los Reyes no son los padres. En mi casa un día comprobé que los Reyes Magos no tenían tiempo de montar los regalos en todas las casas la Noche de Reyes y los dejaban en la puerta para que mi padre y mi tío Miguel los recogieran y los armaran. Que es normal, que yo lo entiendo, que son millones y millones de casas a visitar y juguetes que montar, que por muy mágicos que sean necesitan un poco de ayuda de los pajes reales y familiares. Por eso estaba mi tío Miguel esa noche en casa echando una mano a mi padre  a montar el Castillo de los Clicks de Famobil cuando me levante con los ojos cerrados sin querer ver. Porque la Noche de Reyes los niños y niñas no podemos tener pis. Hay que ir antes de meterse en la cama. Pero aquella noche me moría de ganas de hacer pipi y aunque fuí con los ojos casi casi casi cerrados, algo vi. Que es que eso tenía muchas piezas, por favor, y había muchas casa que visitar, si es normal que necesiten ayuda de los padres.

Aunque algo cambió aquella noche, hace unos años volvió la magia. Ne convertí en mi «tío Miguel» e iba a casa de mis hermanas con algunos regalos que los Reyes Magos había ido dejando por ahí desperdigados. Que sí, que la logística es complicada y esos tres reyes son magos pero no lo pueden todo. Van adelantando trabajo y dejan cositas en casas de los pajes para que ese día todo esté listo. Y la noche del día 5 al 6 de enero, dentro de unas horas, las calles se llenan de coches cargados de paquetes. Grandes, pequeños, con más o menos colores, pero llenitos de ilusión. La de los Reyes que han puesto todo su empeño y esfuerzo, sacando muchísimas veces de donde no hay, para llenar esas cajas de alegría y la de los que los abrirán en unas horas. Sonrisas y miradas furtivas entre pajes reales que se cruzan en la noche cargados hasta arriba de paquetes enormes. Ni se conocen pero se sienten todos cómplices de una oscura conspiración para crear miles de sonrisas.

Se trasnocha, se ponen millones de pegatinas en las casas de Pin y Pon, se montan castillos más complicados que el mueble Strunaggissnnanten de Ikea, se colocan cuidadosamente juegos. Se come roscón de reyes, leche y galletas, que los pajes necesitan alimentarse. Y hasta se toman una copita de Anís o de Baileys, que para todo hay tiempo y ya no van a tener que volver a subirse en camello. Que felicidad todas y cada una de esas noches mientras mis sobrinas vivían esa ilusión.

Y si hay suerte, la mañana del día 6 estará llena de sonrisas. De lagañas de sueño llenas de sorpresa. De ojos abiertos y de niños bloqueados sin saber bien qué abrazar. Si, también habrán corbatas, calcetines, algún CD repetido, pijamas de franela… pero todos sonreiremos y cuando sonríes por fuera, algo sonríes siempre por dentro. Que Papá Noel mola, que no digo yo que no. Que tienes los juguetes antes y los disfrutas más… lo que queráis, pero como los Reyes Magos… donde va a parar, eh o no eh? La buena es la de Noche de Reyes, der tirón 🙂