Lo que vale un huevo

Lo que vale un huevo

SuizaHoy os quiero hablar de mi madre, de su generación. Porque considero que es un generación muy maltratada, una generación muy poco valorada y reconocida. Porque mi madre, como supongo que muchas madres de los que ya peinais unas canas y tenéis la suerte de conservar vuestras madres, nació en la posguerra. Nació cuando en España surgieron dichos como «cuando seas padre comerás huevo» porque no había huevos para toda la familia.

Una generación que engañaba al estómago a base de trozos de pan duro mojados en leche aguada y con un poco de Malta, que el café era cosa de ricos. Donde trabajar con 12-14 años era lo normal, eso de estudiar era de señoritos. Y no es que mi madre fuera de familia especialmente pobre, es que esa fue mayor parte de la España en la que le tocó nacer. Una España donde, por cierto, los niños morían siendo niños porque no había medicinas para todos, ni médicos, ni hospitales.

Esa generación, la de mi madre, mi padre y puede que los vuestros, tuvo que emigrar. En el caso de mi madre a Suiza. Otros a Alemania, Francia o donde fuera que alguien les dijese que podían ganarse cuatro perras. Y se iban y enviaban 2 de cada cuatro perras que ganaban a la familia que aquí se quedaba. Y se vieron en tierra extraña, lejos de la familia, lejos de su tierra, lejos de todo para poder tener algo.

Y con más o menos suerte, con más o menos ganas, la tierra les llamó y fueron volviendo en cuanto pudieron encontrar algún trabajo con el que mantenerse y tener a sus hijos aquí. Y se mataron a trabajar, se deslomaron trabajando todas las horas posibles para darles a sus hijos lo que ellos no tuvieron: una educación digna para intentar que su futuro fuera más fácil y no debieran pasar tantas penalidades. Casi lo consiguieron.

No sé si recordáis que hace unos años eran un problema. No sé si recordáis que los hijos, esos hijos por los que se habían desvivido, trabajaban mucho, tenían muchas ocupaciones, vivían en casas donde los abuelos no cabían porque ya eran cuatro en casa (antes cabían 8, 10 o 15 en casas más pequeñas, pero bueno) y había que mandarlos a residencias o buscar quien los cuidase porque eran casi un estorbo en cuanto ya no servían para llevar a los nietos al cole o quedarse con ellos por las tardes. El envejecimiento de la población era un grave problema. Los viejos eran un problema.

Pero resulta que la cosa no ha salido como se esperaba. Y ahora muchos de esos hijos que se despreocupaban de sus padres y que los veían como un problema ahora vuelven a ellos. Porque se quedan sin casa o porque no pueden pagar hipoteca y comida. Y ahora se meten esos cuatro que antes no podían hacer un hueco para los abuelos en esa casa más pequeñita de los abuelos a comer potajes, pucheros, lentejas, verdura… Porque ya no hay dinero para comer todos los días en la calle, ya no podemos ir al Carrefour todos los sábados a llenar el congelador de pizzas, croquetas, patatas congeladas… ahora tiran, de nuevo, de unos abuelos que saben lo que vale un huevo duro. Que se tiran una mañana entera cocinando y que por cuatro duros dan de comer a 6 personas sin despeinarse.

Comprando cosas de temporada, que están más baratas. Pelando y picando patatas para freírlas con poco aceite, una cebolla y un pimiento, que las patatas a lo pobre son muy baratas y llenan mucho. Comprando en varias tiendas para ahorrar unos pocos céntimos en cada compra. Y como esas muchas, porque ellos han vivido una posguerra, ellos ya han pasado por esto antes. Esta generación ha pasado casi por dos posguerras.

Y aún así, aún habiendo sido maltratados y despreciados en demasiadas ocasiones, los que aún tiene fuerzas se echan a las calles a defender, de nuevo, lo que creían que ya tenían ganado y no les iban a quitar nunca. Y los que no pueden salir a las calles hacen guerra de trincheras en los hogares manteniendo a esos que hace unos años, creían tener el mundo a sus pies con unas vidas fabulosas.

Desde aquí mi respeto y admiración por esa generación que sigue dando guerra y que tanto ayudan. A los abuelos, a los yayo-flautas, a los ancianos, a mi madre, a vuestras madres.

3 comentarios en «Lo que vale un huevo»

  1. Fantástico, lo bueno de este post es que los que si escuchábamos atentamente a nuestros abuelos o padres, sabemos lo que es el hambre que pasaron y si te lo has aplicado, sabes valorar una «peseta» o «perra gorda» decía mi abuela, hoy en día «unos céntimos de euro» y en tiempos de austeridad si ya eras un poco austero pues no lo notas casi.
    Cuanta sabiduría tenían y tienen nuestros mayores, yo aun a mi edad mis padres me dan clases de economía domestica.
    GRAN GENERACIÓN LOS ABUELOS Y PADRES.
    Un saludo Dani

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.