De estudios y Playboys

De estudios y Playboys

Cada vez compro menos prensa escrita. Esto de internet y sobre todo el iPad ha cambiado mis hábitos de lectura para estar informado. Sin embargo, los domingos que no tengo prisa procuro levantarme temprano, bajar a por pan recién hecho o unos tejeringos, comprar El Pais o el Diario Sur y desayunar tranquilamente en la cocina leyendo la prensa con calma. Es un ritual que no hago todos los domingos pero que intento hacer a menudo y que mantengo desde hace muchísimo tiempo.

La cuestión es que me han avisado de que va a salir un reportaje con Marta Fernández en el Magazine de El Mundo y como no es seguro que me puedan avisar cuando se publique, he decidido que desde este domingo pasado compraré ese periódico para estar pendiente del reportaje. Y si habéis leído el primer párrafo el diario del Sr. Pedro J. Ramirez no es de mis compras habituales. De hecho, no recuerdo haberlo comprado antes de este domingo. Y tan poco me gustó comprarlo que hasta compré El Pais para ocultarlo. El mismo kiosquero me felicitó por la elección. «Buena compra. Es la mejor forma de enterarse de la verdad». Ya me lo decía Jacinto, mi adorado profesor de humanidades: «Nunca compres un periódico ni escuches una radio. Lee al menos dos y escucha varias emisoras. Es la única forma de saber la verdad».
Y recordé la primera vez que compré un Playboy, hace ya un buen puñado de años de eso. No recuerdo que revista fue, pero sé que compré algo más precisamente para esconderla dentro porque no quería que nadie me viera con ella por la calle. Seguramente alguna revista de videojuegos. Algún Load’n’run, Microhobby o el PCWorld. Ya sé que es una exageración comparar a un chaval de 18-20 años o así que tendría por aquella epoca comprando su primer Playboy a un tio de cof-cof-cof años comprando El Mundo, pero me resultó divertido.
Fue un domingo muy tranquilo, pero mucho. Leí los dos periódicos de cabo a rabo, con sus respectivos suplementos y esa idea del Playboy no se me quitaba de la cabeza. Recordaba vagamente esa compra, recordaba que una vez vista la edición española y comprobado que además de las chicas, que no me da reparo a estas alturas confesar que es lo que buscaba, había algo más. Supongo que elegí Playboy por mis referencias cinéfilas. Aparece en muchas películas y también en bastantes libros de los que leía, principalmente de Stephen King en aquellos maravillosos años. Recordé que me aficioné a la edición americana. En el aeropuerto de Málaga podía comprarla casi todos los meses y allá que me iba a buscarla. Y ahí sí era principalmente por los artículos. Recuerdo que hablaban de tecnologías domésticas que aquí aún no llegaban, estrenos de cine que faltaban meses para poder ver en España, entrevistas más que interesantes y relatos de escritores famosos. Entre ellos pillé algunos de Stephen King que me encantaron y que luego encontré en algún recopilatorio de relatos publicado en España.
Y recordé también que yo, por algún motivo, comencé a recibir en casa la revista todos los meses durante un par de años, sin haberme suscrito. Recuerdo que la recibía en un sobre marrón sin identificar (muy discreto todo) junto con un par de folios donde se enumeraban todos los artículos. Todos, chicas incluídas pero no sólo ellas. Debía valorarlos todos de 1 a 10 y además responder algunas preguntas extras que casi siempre añadían sobre posibles futuros contenidos. Recuerdo que viví en esa época el primer desnudo en portada, lo cual fue algo muy importante para ellos y así lo recalcaron con un cuestionario específico sobre ese tema. Preguntaron un par de meses que que nos parecería la idea (hablo en plural porque obviamente se trataba de un estudio de mercado y seguro que esas revistas con los cuestionarios la recibíamos unos cuantos cientos de personas, si no sería demasiado violento y polémico de cara a la gente ver en la portada de la revista una mujer desnuda, si pensabamos que de esa forma los kiosqueros se verían obligados a colocar la revista junto con las pornos…. Finalmente lo publicaron y tal y nos agradecieron la ayuda.
Un día, tal como empezó, terminó. Y no me preocupa como terminó, porque obviamente habían terminado el estudio y listo, pero lo que no conseguía recordar es como empezó eso de que me los enviaran. Y no fue hasta bien entrada la noche que lo recordé.

Era mi época de escritor. Siempre me ha gustado leer y escribir. En aquella época escribía algunas cosas y había una chica en el instituto que me gustaba y que también escribía, así que empezamos a intercambiar nuestras tonterías de post-adolescentes. Sus poesias y mis relatos. Yo la animaba y ella me animaba. Ambos nos animábamos además a participar en concursos escolares y llegamos incluso a enviar algunos relatos a editoriales y periódicos para ver si estaban interesados en publicarlos. Ella, Maria José (podría poner hasta los apellidos, lo de la memoria es increíble cuando hablamos de gente que hace más de 20 años que no sabes nada de ellas), consiguió que le publicaran algo en el periódico. Yo no conseguí nada, ya veis aquí lo poco que valgo como escritor, pero no cejé en mi empeño.

En ese primer Playboy, tuvo que ser en el porque no recuerdo haber comprado más de la edición española, apareció un anuncio donde buscaban colaboradores. Algo así como «El rincón del lector», más o menos. Pedían a la gente que enviara sus relatos de temática preferentemente erotico-festiva, así que ni corto ni perezoso escribí un relato erótico-festivo y lo envié. Por carta, os recuerdo que hablamos de finales de los 80, y me contestaron amablemente a las 2-3 semanas diciendo que les había gustado mucho pero que ya habían seleccionado el relato para ese mes, pero que se quedarían con el mío para tenerlo en cuenta en futuros números de la revista. La ilusión que a mi me hizo. Que poco me di cuenta de que en realidad se trataba de un «no vamos a publicar tu relato porque no nos gusta», pero de forma elegante.
Pero en esa misma negativa me llegó la propuesta para participar en el estudio de mercado, a la que dije que sí, obviamente, comenzando mi larga historia de coleccionista de Playboys. Colección, dicho sea de paso, que me acompaño durante unos cuantos años en mis diferentes mudanzas, hasta que en una de ellas decidí que eran un trasto para tirar y alguno de los amigos que me ayudaba en la mudanza decidió quedarse con ella, previo consentimiento por mi parte claro está. 
Y tal como vino se fue. Una caja de botellas de vino donde tenía guardados todas aquellas revistas que había leído de cabo a rabo. Porque uno tiene eso, que es muy responsable. Y si a mi me dicen que valore un artículo, antes lo leo. Que yo esas cosas me las tomo muy en serio, que luego mi opinión se une a las de otros y tienen que ayudar a que se tomen decisiones.
Por cierto ¿os he contado alguna vez que la San Miguel 0,0 existe gracias a mi? Pues os lo voy a contar… en un próximo post.

PD: Como premio por haber aguantado hasta el final, os dejo un pequeño bonus-track: el relato que envié a Playboy. Podéis descargarlo pinchando aquí.
PD2: No sé en que momento perdí la vergüenza para llegar a publicar estas cosas. Bueno, al fin y al cabo, todos tenemos un pasado y esto no es lo peor que hay en el mío 😉

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