La gesta del Mirandés
Los que lleváis un tiempo por aquí y los que me conocéis en persona ya sabéis de sobra que lo mío no es el fútbol. Que si hay que ver un partido, pues se ve. Y que si hay que echar unos FIFA’s con la 360, pues se echan, pero sin pasar del nivel «Novato máximo» que no doy para más.
Pero hay algo que siempre me ha gustado y es cuando los pequeños le hacen un zás en toda la boca a los grandes. Cuando unos tipos que por la mañana trabajan en un banco y por la noche y los fines de semana van a jugar al fútbol con los colegas son capaces de ganar a esas estrellas que son profesionales y no hacen otra cosa que jugar al futbol. Bueno, si, también tienen que ir a fiestas, presentaciones, grabar anuncios de televisión, sesiones de fotos y tal. Pero que no creo yo que se levanten a las 7 de la mañana para ir a un banco a trabajar, digo yo.
Que no lo sé, que supongo que los ricos también lloran y seguro que también tienen sus miserias y sus penas como todos, pero ya se sabe que las penas con pan son menos y a estos futbolistas el pan no les faltará. Y que también sé que los equipos de Primera que ha tumbado por ahora el Mirandés no son el Madrid ni el Barcelona, máximos exponentes nacionales de esos deportistas forrados de millones, que se pueden limpiar el trasero con billetes de 500 si les da la gana. Han ganado a un par de equipos «humildes» dentro de lo que cabe. Pero aún así seguramente los presupuestos que manejen esos clubes sean superiores al producto interior bruto de Miranda de Ebro, con todos mis respetos a los mirandeses.
Y supongo que el Athletic lo tumbará este Martes y los despertará del sueño. A ellos y a muchos que siempre nos gusta ver como los humildes también pueden cumplir sus sueños, aunque sea muy de vez en cuando. Y no tengo nada contra el Athletic ni contra el Barcelona, pero como me gustaría ver que remontan el Martes, se meten en la final y acaban dando la sorpresa.
Será que siempre he sido más de los segundones, de los humildes. Siempre he sido más de Watson que de Holmes, de Scott que de Amundsen, más de Obelix que de Asterix. O será que siempre me han gustado las causas perdidas.
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