Un candado

Un candado

Ya sabéis que me gustan las fotos sencillas, las que supongo que muchos de vosotros pensareis que son demasiado simples. No suelo analizar cosas como encuadres, composición, iluminación,… Bueno, siendo sinceros, si que lo hago a veces, pero al mismo nivel que un niño de primaria. Como ya os dije en una ocasión, en la fotografía como en casi todo, soy bastante mediocre y no tengo los conocimientos de mucha gente ni la capacidad para analizar esas imágenes.

Pero eso no quiere decir que no tenga clarísimo qué me gusta y qué no me gusta. Y sobre eso, tengo claras ciertas cosas, como que la foto que ilustra este post me encanta. Vuelvo a lo de siempre, es sencilla. Técnicamente sólo veo el buen detalle a la hora de tomar la foto de desenfocar, el mar para que lo veamos pero nos centremos en el candado, e intuyo que se habrá modificado el color y el contraste para dar mas viveza al grano. Supongo que habrá mucho más detrás y su autora me regañará por no destacarlo y hacer valer todas las horas de trabajo que llevará detrás esta fotografía. Pero es que precisamente eso es lo que me gusta de las fotos de Irene (ya sabéis que  soy #muyfan, #elfannumero1 de esta mujer, sus fotos, sus viajes y su musa): el retoque apenas se percibe. Eso le da una tremenda naturalidad y te deja centrarte en la foto, en lo que ves, y no en lo que se ha hecho a la foto. Es como los efectos especiales en el cine. Los mejores son aquellos que no se aprecian, eso significa que están conseguidos y al servicio de la historia.

Y en esta foto sucede eso, me centro en ese candado, en esa historia de amor. Estoy acostumbrado, más o menos, a ver puentes llenos de candados de estos y sus correspondientes fotos. Decenas de parejas demuestran su amor eterno junto a otros muchos. Con sus nombres grabados, algunos con las llaves puestas y todo precioso. Pero me llama la atención este candado. Para empezar por lo solitario (no se si Irene se centró en este aunque hubiera otros muchos, que también sería merito suyo), o que realmente esa pareja encontró esa solitaria argolla y lo quiso dejar ahi, casi escondido. Y tampoco sabemos ni tan siquiera los nombres de estos enamorados, no se han preocupado de dejar constancia de ello. Sólo el candado, esos corazones y la fecha. Es casi descubrir un secreto, algo oculto pese a estar en un espacio público

Y está a punto de cumplirse el primer año desde que pusieron ese candado y no podemos evitar preguntarnos quienes serán y, sobre todo, si seguirán juntos. Y no es que esta sea la foto del beso de Vancouver (aunque a mi me guste casi tanto) ni los que han dejado ese candado se vayan a hacer mundialmente conocidos, pero si que nos gustaría, si por casualidad pasaran por aquí algún día, darles  las gracias por ese candado y saber seguir si siguen tanto o mas enamorados que el día que decidieron dejar constancia de su amor en esa argolla junto al mar.

Si pasan por aquí y lo ven, que saluden y nos cuenten su historia. No podremos pagarles con dinero, pero si con agradecimiento.

Dedicado, como no, a Irene Herrero por su maravillosa visión fotográfica, fuente de inspiración para este post y para muchos buenos pensamientos. Gracias.

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