Copenhague

Copenhague

¿Os he dicho ya que me voy a Copenhague? Si me seguís en twitter, seguro que lo sabéis ya y estáis desando que me largue. Si no lo sabíais, pues os informo que me piro el Domingo para allá y estaré una semanita desaparecido del mundo hispano. Y es la cuarta vez que me marcho para esa ciudad por un par de motivos. El primero, es que tengo allí un buen amigo, lo cual facilita la estancia tanto a nivel de ir visitando sitios y moverte por la ciudad, como a nivel económico. Quieras que no, sale bastante más barato cuando en vez de hotel pagas con agradecimiento y detalles a un amigo 🙂

Y la otra razón por la que he ido ya tres veces es porque es mi ciudad favorita. Así de claro. De todas las que conozco, Copenhague es sin duda la ciudad en la que me gustaría vivir. Una ciudad viva, pero tranquila. Cosmopolita, moderna pero respetando lo clásico. Práctica, silenciosa, variada, culta… son muchos los adjetivos que le aplicaría a esa ciudad y me faltarían aún unos cuantos.

Y de todos esos adjetivos, me quedo sobre todo con los de tranquila, silenciosa y respetuosa. Todavía recuerdo el tremendo shock que me llevé cuando volví la primera vez. Recuerdo que, aparte de ver cosas preciosas y visitar una ciudad diferente, venía de un lugar donde en una cafetería hablaba en un tono de voz normal. Donde sólo escuchaba a mi amigo y su novia, sin tener que enterarme de lo que sucedía en el resto de las mesas y sin tener que gritar para que una persona que tenía a medio metro pudiera oírme. Una ciudad donde los conductores no pitan medio segundo después de que el semáforo se ponga verde. Una ciudad donde la gente escucha música con los auriculares del iPod, no poniendo el altavoz del móvil a toda pastilla para compartir Camela con todo el autobus.

Y volví de pasar una semana allí y en el táxi que cogí desde el aeropuerto a casa, ya empecé a notarlo, con la radio puesta a toda pastilla. Y ya empezó a chocarme que ese hombre me hablase en un tono de voz que me parecían auténticos gritos. Pero lo peor fue ir por la Avenida de Velázquez, una de las principales calles de Málaga, y que de repente dos niñatos descamisados pasaran al lado del taxi haciendo el caballito en una moto de esas con el tubo de escape tocado para que hagan un ruido tremendo. Chillando y riendo mientras otras dos niñatas iban detrás en otra moto jaleándoles a grito pelado. Y me di cuenta enseguida: estaba de nuevo en Málaga. Y no me gustaba. No quería estar aquí. Quería volver a Copenhague, a aquella tranquilidad.

Porque la gente parece confundir tranquilidad con aburrimiento y gritos con diversión, pero no tienen absolutamente nada que ver unas cosas con otras. Y vuelvo a Copenhague, a tranquilizarme, a estar en paz unos días, a la vez que me divierto. Porque me voy a ver un campamento vikingo, y voy a tocar la batería en un estudio de música, y voy a ver el Tivoli, y voy a ver conciertos, y voy a tomar unas copas en un bar de hielo, a ver un bosque lleno de ciervos…. muchas cosas, pero no tendré que gritar, no tendré que aguantar estrés. Y no sólo porque estaré de vacaciones. Es que Copenhague es así.

2 comentarios en «Copenhague»

  1. ¡Cuánto te envidio, Dagarin! A mí tmabién me encantó la ciudad de la sirena. Y cruzar el puente de Oresund y llegar a Mälmo…
    ¡Qué disfrutes de las vacaciones!

    Elvira

  2. Ya sabes lo «merde» que se puede llegar a ser por nuestra querida ciudad de malaga, pero bueno aprovecha, tu que puedes, y desconecta unos dias y saludos para Jorge y Lone.

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