Amabilidad

Amabilidad

Buenos días. Dos palabras. Apenas gastamos energía en ellas, no necesitamos hacer acopio de aire ni aprender idiomas. Entonces ¿Por qué nos cuesta tanto responder a un sencillo buenos días?. No se trata de ir dando los buenos días a todo el que te encuentres por la calle, pero hay términos medios. Vas bajando por la mañana la escalera para ir a trabajar (si, mi casa es tan cutre que es un tercero sin ascensor, que le vamos a hacer) y te cruzas con un vecino en su puerta. No cuesta ningún trabajo dar un sencillo buenos días. Es gratis y da un poquito de buen rollo. Yo suelo hacerlo y reconozco que me da rabia cuando el vecino/a en cuestión no se digna ni a responder. No hace falta que nos demos dos besos, pero tampoco es tan difícil decir un «Buenos días» de vuelta.

Todo esto viene porque el otro día viví uno de esos momentos en los que piensas que tampoco hay que andar cabreado por la vida, que con un poco de amabilidad se llega igual de lejos (puede que incluso más), y encima haces feliz a los demás. Fue el jueves pasado a la salida de un parking en el centro de Málaga. Hubo una pequeña movida con la barrera. Lo típico del algún ticket que se ha ido de tiempo o algo. Sea lo que sea, el caso es que se empezó a montar cola. El del coche de delante no salía, la chica que manejaba la barrera no era capaz de desbloquearla… un lio.

Y pasaban los minutos y la cola aumentaba. Y todos esperando pacientemente. Al final, tuvo que salir y levantar la barrera manualmente para dejar salir al coche de delante mía. La chica azorada y nerviosa, pero los 4-5 coches de la cola tranquilos. Nada de pitar, ni nervios. Todos pacíficos. Y cuando salió el coche de delante, me tocó el turno. La chica de la barrera me habló a través del totem, que tenía que reiniciar el sistema, que perdonase. Nada, nada. No te preocupes.

Maquina reiniciando. La chica pregunta:

– ¿Puedes meter ya el ticket?
– No, aún sigue reiniciando. Ahora ha escupido el ticket de control, ¿te lo pongo sobre la máquina?.
– Vale, gracias. Ya puedes, ¿no?
– Si, a ver… perfecto. ya entra el ticket.

Se levanta la barrera y todos tan felices.

Salgo del aparcamiento me giro y levanto el pulgar a la chica, que me mira desde la cabina. Le sonrío y la chica resopla, me sonríe también y me da las gracias moviendo los labios. Continúo mi camino pensando «Que bien, que civismo, nadie pitando, todos comprensivos. Lo único que le faltaba a esa muchacha era que nos hubiéramos puesto nerviosos». Y estoy en esas cuando paro el coche saliendo del parking, miro a mi derecha y veo a un energúmeno que empieza a pintarme y a gritarme «¿donde vas, gilipollas?», con cara de mala ostia permanente. Yo estaba parado, sin intención de moverme hasta que no hubiera pasado, sin darle motivos para ponerse de esa manera. Lo vi con esa cara de imbécil, de amargado, y pensé que, por suerte, no todo el mundo es así.

Hay gente que no va por la calle amargada y amargando a los demás. Gente comprensiva, paciente, gente amable. Gente que, por el mismo precio, te sonríe en vez de soltarte un bufido. Y quiero pensar que son mayoría las personas amables, sólo que estos amargados, por desgracia, hacen mucho ruido.

1 comentario en «Amabilidad»

  1. El problema es que en este país somos unos acomplejados. Presumimos de ser abiertos, espontáneos y demás… pero no es cierto.

    Hay mucho complejo, mucha vergüenza, mucho miedo al ridículo.

    Y tú dirás… «¿qué le ha dado a Sansa hoy?, si estamos hablando de amabilidad

    Pero es que la clave también está en que cuando eres amable… algunos les da por pensar que eso es «de tontos» y les da vergüenza ser amables… y eso acaba en ser maleducados.

    Si uno se esfuerza en sonreír, acaba estando y sintiéndose bien y además haciéndose sentir bien a los demás.

    Me ha gustado tu anécdota del parking porque yo siempre saludo, doy las gracias, sonrío… y a veces los de mi alrededor me dicen «es necesario que saludes a todos…» y yo contesto que , el tío/a del parking aunque tenga cara de amargado/a, está todo el día viendo gente y quizás nadie le da los buenos días o le dice gracias…

    ¡Menos vergüenza, menos ridículo, más amabilidad!

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