El Comité – El último picnic

El Comité – El último picnic

Lunes,  14 de Agosto de 1961

Visto lo visto, el de hoy ha sido el último picnic con Erich. Supongo que alguna reunión más de El Comité me tocará y tendré que verle en ellas pero me parece que no serán demasiadas. De hecho la siguiente reunión será el viernes. Se acabaron las reuniones diarias y la de esta mañana ha sido la más breve hasta la fecha, apenas 15 minutos para felicitaciones varias y decirnos que sigamos alerta de todo lo que veamos para pasar toda la información necesaria. La suerte está ya echada, la maquinaria está funcionando a pleno ritmo y no necesitan un comité de «expertos». Ya está todo el esqueleto trazado y no van a cambiar ni medio metro lo hecho hasta la fecha.

Supongo que en vez de maquinaria debería decir maquinarías. Está a tope tanto la logística de El Muro, que van aprovisionando ya material de construcción para comenzar a reforzar las barreras, como la política con reuniones constantes con Moscú y comunicados oficiales al otro bando, y por supuesto la maquinaría propagandística. Que si se han visto obligados a construir ese muro por la continua amenaza de elementos capitalistas amenazando nuestro sistema, que si todo es culpa de los occidentales, que si esperan poder crear un cierre más flexible en cuanto los americanos flexibilicen su postura, etc.

La última maquina, la de la propaganda, es la que peor esta funcionando. Nadie se está creyendo ese mensaje y la gente se sigue acercando a los puntos débiles del muro, cuando ven a algún guardia despistado o cosas así, a intentar saltar las barreras. De momento que se sepa nadie ha escapado pero en estos tiempos donde la desinformación es lo que prima no puede uno fiarse de nada ni de nadie. Sólo puedes creer lo que vean tus propios ojos.

Erich ha llegado esta mañana a la reunión con su rostro afable de siempre. Parece feliz. Todo funciona según el esperaba y El Muro, en su primera fase, ha sido un éxito. Este hombre apunta cada vez más maneras de líder del país. En cualquier momento dará el salto, lo sé. Haber puesto en marcha todo esto de El Comité y El Muro con la celeridad que lo ha hecho ha sido sin ninguna duda el espaldarazo que necesitaba. Debe estar recibiendo todo tipo de elogios y felicitaciones por parte de Moscú y al fin y al cabo, por muchas ilusiones de autogobierno que nos hagamos, no somos más que otra de sus «repúblicas» aunque queramos mantener nuestro estatus de nación independiente.

Me ha abrazado cuando ha llegado a mi lado. Esta vez le he devuelto el abrazo sólo por compromiso, no me ha salido del corazón como otras veces. Pura cortesía. Hemos ido a un puesto de perritos cercano, hemos pedido uno cada uno con nuestras habituales cervezas y nos hemos sentado en uno de los bancos a la sombra. No es día hoy de andar al sol del mediodía en pleno agosto. No tenía muchas ganas de hablar del tiempo así que he ido directo al grano.

Le he contado que Olga se ha quedado al otro lado, que lo tenía todo preparado para venir el domingo pero la precipitación en la construcción de El Muro la ha dejado fuera. Le he contado como está Heidi, continuamente drogada y sin ganas de nada. Le he contado que no me he seperado en toda la mañana del teléfono porque tengo miedo de recibir una llamada diciendo que ha detenido a mi esposa intentando cruzar el muro. Está por primera vez fuera de mi «control» desde el sábado por la noche y me aterra pensar que pueda hacer una locura. He conseguido arrancarle la promesa de que esperará a esta noche antes de intentar hacer nada. Esperará al resultado de nuestra conversación, le cuento.

Erich ha borrado su sonrisa de la cara desde que he empezado a hablar. Le he dicho que no sé nada de Olga, que está al otro lado y si Heidi es capaz de cometer locuras no sé lo que pueda hacer Olga. No sé si estará tranquila en su casa y con su trabajo esperando que yo haga algo, moviendo hilos para entrar de manera legal en nuestro Berlín o si estará detenida en algún calabozo por haber agredido a algún guardia intentando cruzar la barrera. Necesito información y sobre todo necesito que Olga esté con nosotros, le he dicho.

No ha abierto la boca en todo el rato. Me ha dejado soltar mi discurso sin interrupciones, me ha dejado desahogarme. Siento que he sido sereno hablando. Firme, claro pero sin perder el control. Erich habla y me deja sin palabras: No es posible por ahora, amigo Fritz. Así de directo, así de claro. No da opción a la negociación. No deja margen para ceder en nada. Simplemente no es posible. No me lo puedo creer.

Me quedo mirándole sin decir palabra, sin poder articular una frase en mi cerebro. Erich me mira y empieza a hablar. No se me han quedado bien sus palabras, tampoco tienen demasiado sentido. Que si no pueden permitir ninguna filtración, que si dentro de unas semanas, que si no pueden hacer ningún trato de favor, que si Olga seguro que está bien, que bla bla bla. Escuchaba sus excusas y sólo pensaba en ese «amigo Fritz». ¿Amigo? Los cojones. Erich no tiene amigos. Esto no es cuestión de amistades, esto es sólo una lucha política. Yo no he sido más que un escalón más que le ha servido para auparse en su carrera.

¿Amigo Fritz? Y una mierda. A un amigo le harías ese favor tan importante para él. Si fuese remotamente amigo mío estaría dándome un pase o enviando a alguien a recoger a Olga. Como mínimo me estaría abriendo una linea de comunicación con ella. Una llamada de telefónica para que Heidi y ella puedan hablar. Algo. Cualquier cosa que aliviara esta tensión.

El seguía hablando del mañana, que si en unas semanas, que si en cuanto sea posible, que todo ha salido bien y debo tranquilizar a Heidi… Vete a la mierda, AMIGO Erich, es lo único que me apetecía decir. Callé mientras terminaba su discurso, mientras soltaba sus mentiras. Callé y pensé en Heidi. En cómo decírselo. Me veía soltándole la misma sarta de mentiras que me estaba soltando Erich y la imaginaba pensando lo mismo que yo estaba pensando.

Así ha sido. No me ha creído en absoluto. Tampoco me ha dicho nada. Cuando Erich ha terminado de soltar su discurso le he dado las gracias y le he pedido que me avise en cuanto sea posible. Le he tendido la mano desde lejos para evitar que se le ocurriese darme otro abrazo y nos hemos ido cada uno por nuestro lado. De una forma parecida se ha cerrado mi conversación con Heidi. Ha soltado algo como que ojalá sea pronto, se ha levantado del sofá y se ha ido a la cama.

Ni tan siquiera se ha desvestido. Se ha tomado la pastilla, se ha tumbado, ha cerrado los ojos, ha comenzado a llorar sin consuelo empapando la almohada pero en silencio y al cabo de un rato se ha quedado dormida, o eso creo. La he desvestido y o no se ha enterado o no ha querido darse por enterada.

Ahora duerme tranquila. Apenas se mueve. El agotamiento ha podido al final con ella. Descansa. Ya no hay nada que hacer. Supongo que lo ha asumido. O eso espero. Al igual que yo tengo que asumirlo. No nos queda mucho más. Esperar. Algún día volveremos a estar los 3 juntos, pero no hay forma de saber cuándo. No está en nuestras manos.


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