El Comité – El hombre del Ministerio

El Comité – El hombre del Ministerio

Domingo,  6 de Agosto de 1961

Los que dicen eso de que la ignorancia da la felicidad no tienen ni idea. No hay nada que de más miedo que no saber. O peor aún saber que algo sucede y no saber qué es. Algo que te afecta. Algo grave.

Nuestras vacaciones han sido mucho más breves de lo previsto. Y digo nuestras porque por desgracia aquí estamos de nuevo Heidi y yo en nuestra casa en Berlín. Ni las maletas nos hemos podido traer. Nos hemos vuelto casi con lo puesto. Ese hombre del Ministerio dijo que ellos se encargarán de que las tengamos aquí mañana pero que no debíamos entretenernos.

El hombre del Ministerio. Ni siquiera me ha dicho que ministerio cuando me ha abordado esta mañana en la playa. Venía en bermudas y chanclas pero no había duda de que no era un veraneante cualquiera. Cuando se acercó sentí que me recorría un escalofrío por el cuerpo pese al calor y el sol reinante a esa hora en la playa. Ni se presentó. Me dijo que venía de parte de el Ministerio, sin especificar más, y que había convocada una reunión de urgencia de El Comité mañana a las 8 en mi despacho. Sin más.

Por supuesto no se trataba de una invitación, sugerencia ni nada que se le pareciera. Era una orden en toda regla. No admitía réplica alguna. Su compañero nos esperaba en un coche en la carretera junto a la playa para llevarnos a casa a recoger nuestro coche, lo básico y que saliéramos hacia Berlín de inmediato para que pudiera estar mañana a las 8 en mi despacho. Le pregunté si podía volver solo y que Heidi se quedase disfrutando al resto de vacaciones. Heidi empezó a decir que se volvía conmigo pero el hombre del Ministerio, como si no ha hubiera escuchado, dijo que las órdenes eran que volviéramos los dos y que yo me presentara en mi despacho a las 8. De nuevo sin posibilidad de réplica ni más explicaciones.

Cuando llegamos a la casa de los padres de Heidi en Cuxhaven el hombre que había conducido entró con nosotros, sin pedir permiso y sin ser invitado, para observar lo que recogíamos. En esos momentos me sentía tan controlado que era como ser un prisionero. Cada movimiento que hacía se estudiaba. Heidi comenzó a recoger la ropa y el segundo hombre la detuvo. No hace falta que recojan la ropa, le dijo. Ellos se encargarían de todo. Cogimos algo de fruta para el camino, cosas de aseo, los libros, y nos pusimos en marcha. Instintivamente he recogido este diario creo que sin pensarlo y sin que se dieran cuenta. Me parece que van a ser días intensos y que voy a necesitar este diario para desahogarme. Y a Heidi. Y a Olga. Y toda la fuerza que sea capaz de recopilar.

En este caso desde luego la ignorancia no da la felicidad. Estoy deseando que sea mañana y que comience la reunión para saber qué sucede. Mucho me temo que no será nada bueno.


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