Mad Men

Mad Men

Mad MenConfieso que mi relación con Mad Men es, cuando menos, extraña. De hecho va por la séptima temporada y yo aún estoy a mediados de la quinta. Algo me pasa con esa serie que me cuesta ponerme a ver cada capítulo pero cuando lo hago me fascina y me atrapa. A todo esto, supongo que sabéis de que serie hablo, ¿no? En alguna ocasión ya he escrito de ella aquí y en otros blogs.

Para los que no la conozcáis Mad Men está ambientada en los 60 en Estados Unidos, en pleno auge de las empresas de publicidad. Los 60, una época convulsa como lo es la serie, que ha pasado de ser un curioso homenaje a unos años con un especial glamour a convertirse en un drama donde cada vez importa menos el trabajo y muchísimo más todas las relaciones de los personajes y sus particulares Vía Crucis. No voy a contar mucho más de la trama y sus personajes y solo recomendar que si no la habéis visto y os gustan la series de calidad ya estáis tardando.

Pero volviendo al principio, mi extraña relación con Mad Men, os decía que me cuesta ponerme a verla. Algo en mi hace que le rehuya y creo que es porque es muy intensa. Mucho. Las vidas de los personajes no son normales. O si, que es quizás lo que más me preocupa. El alcohol y el tabaco campan a sus anchas por doquier. Hablamos de los 60 donde todo esto estaba muy bien visto y hasta los médicos fumaban mientras pasaban consulta.

Una serie donde el sexo no suele ser amoroso sino pasional, puro deseo y lujuria en muchas ocasiones para intentar solventar problemas o para evadirse de los que tienen. Eso o una pura cuestión de negocios. Y en ese sentido si que no ha cambiado casi nada el los 50 años que han pasado desde la década en que está ambientada la serie. El sexo y especialmente irse de putas con un cliente es algo tan habitual en las grandes «cuentas» como tener una reunión en un despacho. Incluso más. Donde la fidelidad no es más que un espejismo en todos los sentidos. Bien es cierto que más entre hombres pero la emancipación de la mujer también la lleva a ir tomando ese rol de ser infiel que tan extraño podía parecer en las mujeres más chapadas a la antigua en aquellos años.

Drogas más allá del alcohol pero sobre todo Whisky. Y Vodka, y de todo lo que sirva para destrozar hígados. Pero sobre todo pasión. En todo. Tensión a cada momento en los personajes que no acaban de tener sus vidas asentadas. Nadie está libre de caer, ni las parejas más asentadas. Todos, creo, son infieles física y/o emocionalmente. Todos buscan algo que no saben lo que es. Todos parecen huir de la posible felicidad que puedan  tener. Sólo son pequeñas estrellas fugaces esos momentos en los que sonríen. Todos tienen un pasado tormentoso, especialmente Don Drapper, pero de alguna u otra forma todos arrastran el peso de algo que, pese al dinero o haber encontrado a sus almas gemelas, les conducen a la autodestrucción.

Personajes a veces odiosos, a veces entrañables. Esa Joan con ese cuerpo y ese pelo diseñados para el pecado, a lo Jessica Rabit, y que es posiblemente la que mejor corazón tiene. Esa Peggy dura y luchando por ver reconocido su trabajo como publicista en un mundo de hombres donde las mujeres solo deben ser secretarias y/o amantes. Ese Sterling tan hijo de la gran puta, con esa falsa sonrisa siempre encima y capaz de vender a su madre por un precio razonable. Ese Campbell que siempre pretende ser el tiburón que lo devore todo y que apenas llega a pez de acuario…

Y muchos más. Todos intensos, todos con sus vidas en un continuo filo de la navaja. Mad Men es una gran serie, grandísima. No sólo lo dicen los premios, lo dice el público, pero creo que necesito estar psicológicamente muy estable para verla o me lleva a aplicar mucho de lo que veo a mi vida y a mi entorno. A pensar demasiado quizás. A empatizar en exceso con los personajes y sufrir mucho con ellos. A ver reflejadas historias duras de mi entorno. Por supuesto la recomiendo, pero preparaos para subir a una auténtica montaña rusa de emociones.

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