De turismo

De turismo

De TurismoNo sé si os he contado alguna vez como me gusta hacer «turismo». No sé si soy especialmente original o no pero cuando voy de turismo no me gusta ceñirme a lo establecido. Me gusta salir sin planes. Tener solo fecha de salida y, como mucho, fecha de llegada. Y digo «como mucho» porque a veces ni eso. Siempre que puedo, que no es siempre que quiero, me gusta que la fecha de vuelta esté también abierta. Nunca sabes lo que puede ocurrir. Nunca sabes si justo cuando tienes previsto volver es cuando te surge ese plan que ni imaginabas. O si todo se tuerce de repente y los 5 días de vacaciones conviene finalizar el trayecto antes de tiempo. De turismo nunca sabes lo que puede ocurrir.

Pero volviendo a mi forma de hacer turismo, os confieso que no sólo no me importa salir de viaje solo sino que además le he cogido el gusto. Vale, soy un desvirtualizador nato y luego voy quedando con gente, pero en principio me gusta viajar solo. No depender de nadie ni que nadie dependa de mi. Suelo tener rutas o destinos más o menos fijados, pero a veces ni eso. Y lo que casi nunca tengo son planes. O son planes siempre muy flexibles. Muy de ir improvisando. Jamás me veréis en un viaje organizado de esos con horarios fijos. Me niego. Estoy de vacaciones. Quiero hacer lo que me salga de la punta de la nariz. Punto.

Me gusta levantarme temprano, desayunar, ver donde está el centro de la ciudad, si es la primera vez que la visito y plantarme allí. Y andar. Sin rumbo. Patear la ciudad. Mirar arriba, mucho. Los edificios, las fuentes, los jardines, la gente, el cielo… todo lo que normalmente no ves. Escaparates diferentes y si una calle está llena de turistas intentar ir a la calle de al lado. También veo lo «típico» si me lo encuentro pero es que resulta que quizás si te metes por un callejón pequeño justo al lado de la plaza principal, donde todos los turistas como yo están haciendo fotos a la catedral, igual aparece una pequeña plaza donde pequeñísimos comercios están ofreciendo pequeñas joyas en forma de libros usados o artesanía. Lo he visto estos días.

O te alejas un poco de la plaza donde todos los turistas están tomando un café a 3 euros la tacita y encuentras un pequeño bar donde no tienen WIFI pero tienen «un vermú de Reus que quita el sentío». O un bar enteramente decorado de rosa y blanco donde las columnas son árboles que sostienen el techo y con todas las mesas decoradas con mantelitos de croché. Esas cosas normalmente no están en las guías, no te llevan los touroperadores. Para encontrarlos hay que perderse, hay que dejarse llevar.

Esa es mi forma de hacer turismo. Sin prisas, sin orden, sin concierto. Salir a patear las calles sin rumbo. Dejarme llevar. No digo que sea la mejor, pero es la que me gusta. Que seguro que me pierdo cosas preciosas de las ciudades donde voy, pero seguro que también os puedo recomendar alguno que no habéis encontrado en la guía Lonely Planet ni en la Michelín. Si no lo habéis hecho, probadlo algún día y me contáis que tal. Para hacer turismo, como para tantas cosas en la vida, lo mejor es dejarse llevar.

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