Mi adicción a Thomas Pynchon

Supongo que ya lo sabéis muchos por mi twitter: estoy bastante enganchado últimamente a la lectura y, casi en exclusiva, a Thomas Pynchon. No me gusta señalar, pero la culpa la tiene alguien muy en concreto 🙂 Eso de que una persona así proclame a los cuatro vientos su devoción por un autor, pues hace que uno se motive a comprar algún libro de él. Y quien dice alguno, pues dice ya van 2 terminados (el segundo mejor que el primero, para mi gusto) y dos en espera, porque me temo que me he enganchado, me he convertido en un Pynchonadicto. Y la mejor comparación que se me ocurre para explicar mi nueva adicción a Pynchon, creo podría ser el deporte. ¿Extraño? Puede ser, pero creo que me entenderéis.

Cuando uno pasa tiempo sin hacer deporte, le cuesta volver a empezar. Se hace difícil, salen agujetas, da pereza y cuando terminas el primer día y pasas unos cuantos destrozado, no te apetece volver a intentarlo. Pero una vez que poco a poco vas cogiendo fondo y van desapareciendo las agujetas, no sólo dejas de sufrir sino que lo disfrutas y acabas por necesitarlo, por engancharte al deporte. Y puede que te enganches a hacer pesas, al footing, spinning, pilates, bicicleta… cada uno tendrá su forma favorita de hacer deporte, pero una vez que retomas el hábito y encuentras ese ejercicio que te motiva, te cuesta dejarlo. Y por suerte es de los pocos vicios reconocibles y, además, buenos.

Dicen que el cerebro es como un músculo, que también necesita entrenamiento para no atrofiarse. Pues algo así me estaba pasando a mi con la lectura. La tenía abandonada y mi cerebro se estaba atrofiando por momentos. Y de repente llega Pynchon y me pone en marcha las neuronas, todas ellas, hasta el punto de asfixiarlas, sometiéndolas a un sobre-esfuerzo inesperado. Pero algo me decía que si seguía acabaría disfrutando, y así ha sido. Quizás ha sido como llevar demasiado tiempo sin hacer ejercicio y comenzar corriendo una maratón. Seguramente debí empezar poco a poco. Comenzar con El Arco iris de la gravedad seguramente no fue la mejor opción. Demasiado duro para mi atrofiada mente y estoy seguro que dentro de unos meses lo re-leeré. Volveré a correr esa pequeña maratón, ya con mis neuronas más en forma.

No se si es que Mason & Dixon, el libro que terminé ayer, ya me ha pillado menos atrofiado o que quizás es más suave, pero particularmente me ha encantado y me lo he bebido, dentro de lo que es mi ritmo lento de lectura. No obstante, os aviso: si decidís coger el libro, es bajo vuestra responsabilidad. A mi luego no vengáis pidiendo explicaciones. Yo os aviso que hay relojes que charlan sobre sus dueños, gusanos gigantes que sitian pueblos enteros, perros que hablan, patas mecánicas que sobrevuelan el cielo a tal velocidad que son imvisibles,… y son solo algunos detalles que os pueden dar una idea de que para leer el libro hay que estar preparado para todo, abrir la mente completamente y tener ganas de dejarte llevar hacia donde Pynchon quiera. Si os acercáis así seguro que disfrutáis su lectura tanto como yo. Y eso que estoy totalmente seguro de no haber rascado todo lo que puede dar de si. Me da que dentro de cada historia hay mil lecturas, que hay mucho donde profundizar, que no es solo la historia de un par de ingleses recorriendo el mundo. Es mucho más, hay mucho escondido tras esas aventuras.

No es lectura fácil, como no lo es correr todos los días unos cuantos kilómetros corriendo por puro placer, pero seguro que muchos entendéis esa sensación de disfrute y esa necesidad que tiene el cuerpo de deporte cuando lo acostumbras. Pues la lectura en general y, para mi, Thomas Pynchon en particular, se están convirtiendo en ese disfrute que particular para mi mente, esa necesidad diaria de forzarla un poquito, de expandirla, de llevarla un poquito más allá.

Puede que quizás por eso, cuando terminé El arco iris de la gravedad, el siguiente libro que leí me pareció en exceso light. Supongo que era como comer Choped despues de un buen atracón de Jamón Serrano pata negra, no se. Creo que se hace difícil leer un bestseller de 200 páginas tras terminar cosas como esa o Mason y Dixon. Así que hoy, ante el miedo de comenzar algo que no me acabe de enganchar, prefiero seguir con Pynchon, aunque creo que con uno más ligero. O eso parece esta subasta del lote 49, al menos en peso, que apenas llega a las 200 páginas.

Os dejo con una frase que dejó precisamente anoche la responsable de mi sana adicción a Pynchon en su blog y que creo que reflejan perfectamente lo que es leer estos libros.

«Why should things be easy to understand?» T.P.

Mil gracias a Marta por engancharme a este sano vicio.

4 comentarios en «Mi adicción a Thomas Pynchon»

  1. Hola Dagarin,

    Vuelvo a estar por aquí… llevo una temporada de muchos viaje y poco tiempo y estoy un tanto desenganchado del mundo virtual y encadenado al real.

    No quiero hacer sangre, pero tú a lo que estás enganchado no es a Pynchon :P… y y ame entiendes 😀

  2. Bienvenido de nuevo amigo Sansa. Aunque suene a tópico, te aseguro que se te echaba de menos.

    Y respecto al tema que «insinúas», jeje, por la misma regla de tres debería estar aprendiendo alemán, escuchando ópera y ser un fan del Hipstamatic, y nada de eso 🙂

    Si Pynchon no me hubiese gustado, lo habría abandonado rápidamente, pero no ha sido el caso para nada. Aunque si es cierto que de no ser por el otro «enganche» dudo que lo hubiera conocido nunca 🙂

    Saludos y Wellcome Back, caballero.

  3. XD En el post de mañana también verás referencias a esto de que no soy tan «vendido», jajaja.

    Un saludo. Ah, y de los 3 que he leído, te recomiendo el que ilustra este post: Mason & Dixon. Genial.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.