El otro lado del espejo

El otro lado del espejo

Este mañana he leído esta noticia en 20Minutos que me ha preocupado un poco. El 45 % de los niños es más feliz con su vida «online» que en la realidad. Los datos los tenéis en el enlace, donde se dan otras cifras como que habitualmente los menores engañan con su edad (lógico porque sitios como Tuenti o Facebook no dejan crear perfiles a menores). Es una lectura ligera y os la recomiendo. Y como os digo, la noticia me ha preocupado.

Aunque Dagarin sea una gran parte de Daniel, entre ambos hay una fina linea que separa a ambos. Muy porosa, que permite que emociones y vivencias fluyan con naturalidad de un lado a otro del espejo, pero esa linea existe. Dagarín (por cierto con tilde en la i aunque nunca la ponga por eso de los caracteres nacionales en Internet que me han hecho olvidarme de ella) es solo una parte de Daniel, al igual que el Daniel que pasa 8 horas el día trabajando no es el mismo que sale a tomar algo los fines de semana con los amigos. Todos tenemos pequeñas parcelas de nuestra vida que, aunque hagan un todo, son diferentes y tienen un valor absoluto diferente en lo que es el Daniel global. Y aunque Dagarín sea a día de hoy una parte muy importante de mi, tengo siempre clara esa linea y solo dejo que lo que yo quiero pase desde aquí a mi vida real.

Casi todo el mundo que me conoce como Dagarin, continúa llamándome así incluso cuando pasamos al plano «real». Tengo amigos ya de hace años en Internet y que se han incorporado al este mundo, pero ese paso de Dagarin a Daniel siempre ha sido un momento clave para mi y casi siempre ha tardado en producirse. Y me ha llegado a incomodar mucho cuando alguien de este lado ha comenzado, sin permiso, a llamarme Daniel. Me he sentido extraño e incómodo, porque ese paso no ha sido natural. Y Daniel ha hecho patente en su interior ese rechazo y se ha alejado de esa invasión no autorizada, remarcando esa linea como mejor ha podido y sabido. Y si en este territorio casi todo el mundo es bienvenido, pero Daniel vive en otro sitio y no le gusta recibir gente que no se presente debidamente y, sobre todo, que no haya sido invitada.

Solo en un caso, además bastante reciente, Daniel ha recibido con naturalidad que alguien que viene de este mundo lo llame por su nombre. Extraña sensación, pero agradable a la vez, porque ha sido alguien que, en realidad, nunca se había presentado a Dagarin y que, aunque entró por esta puerta, desde el primer momento llegó a Daniel y fue el primer nombre que usó para referirse a mi. Pasó por alto a este Daniel virtual. Pero se trata, sin duda, de la excepción que confirma la regla.

Porque esa regla existe, esa separación Daniel/Dagarin es real, esa diferencia entre lo virtual y lo real tiene que estar siempre presente. Y por eso me ha preocupado la noticia de esta mañana. Porque, por muy gratificante que pueda ser nuestra vida online, nuestra estancia en el otro lado del espejo, no podemos olvidar quienes somos. Qué es lo real. Y si algo de lo que hay en ese fabuloso mundo que es internet nos gusta, alguien que conozcamos o vivencias que tengamos, debemos siempre incorporarlas a nuestra vida real.

No podemos dejar que esta vida virtual sea mejor que la real, porque en el fondo no lo es. Y no me gusta leer que menores, gente que aún está formando su personalidad y su caracter, piensen que su vida online es mas satisfactoria, porque ahí se se corre el peligro de descuidar la vida. Los amigos, la familia, la pareja… todo lo que al final es importante. Y si alguien está deseando salir de su mundo real para adentrarse en este otro universo, tiene un problema que hay que vigilar y recordarle los límites entre uno y otro.

Y se que Internet es un gran universo lleno de posibilidades y cosas buenas, soy el primero en disfrutarlo día a día conociendo a gente que me encanta. Y es un mundo de posibilidades como las vividas en este post, un puente hacia nuevas personas y para mantener vivas relaciones de otra forma imposibles.

Pero siempre, teniendo en cuenta que aqui no todo es bueno y, sobre todo, que no puede ser nuestro refugio del mundo real. Porque la realidad, implacable, siempre estará ahí esperándonos, con sus bondades y sus maldades.

4 comentarios en «El otro lado del espejo»

  1. Te voy a comentar de una forma original con el ser o no ser de Hamlet de Willian Shakespeare:

    ¡Ser, o no ser, es la cuestión! -¿Qué debe
    más dignamente optar el alma noble
    entre sufrir de la fortuna impía
    el porfiador rigor, o rebelarse
    contra un mar de desdichas, y afrontándolo
    desaparecer con ellas?

    Morir, dormir, no despertar más nunca,
    poder decir todo acabó; en un sueño
    sepultar para siempre los dolores
    del corazón, los mil y mil quebrantos
    que heredó nuestra carne, ¡quién no ansiara
    concluir así!

    ¡Morir… quedar dormidos…
    Dormir… tal vez soñar! -¡Ay! allí hay algo
    que detiene al mejor. Cuando del mundo
    no percibamos ni un rumor, ¡qué sueños
    vendrán en ese sueño de la muerte!
    Eso es, eso es lo que hace el infortunio
    planta de larga vida. ¿Quién querría
    sufrir del tiempo el implacable azote,
    del fuerte la injusticia, del soberbio
    el áspero desdén, las amarguras
    del amor despreciado, las demoras
    de la ley, del empleado la insolencia,
    la hostilidad que los mezquinos juran
    al mérito pacífico, pudiendo
    de tanto mal librarse él mismo, alzando
    una punta de acero? ¿quién querría
    seguir cargando en la cansada vida
    su fardo abrumador?…

    Pero hay espanto
    ¡allá del otro lado de la tumba!
    La muerte, aquel país que todavía
    está por descubrirse,
    país de cuya lóbrega frontera
    ningún viajero regresó, perturba
    la voluntad, y a todos nos decide
    a soportar los males que sabemos
    más bien que ir a buscar lo que ignoramos.
    Así, ¡oh conciencia!, de nosotros todos
    haces unos cobardes, y la ardiente
    resolución original decae
    al pálido mirar del pensamiento.
    Así también enérgicas empresas,
    de trascendencia inmensa, a esa mirada
    torcieron rumbo, y sin acción murieron.

    Aquí el Principe Hamlet veia la muerte una salida a sus desdichas hoy en el siglo XXI la salida es ese otro lado del espejo que titulas la entrada, lo que es triste es que el 45% sientan esas desdichas en tan temprana edad, algo falla.

  2. Falla mucho.

    Nuestros niños… y no tan niños, sufren de un espectacular miedo al fracaso y no hay peor fracaso que el personal.

    Este mundo virtual proporciona una falsa seguridad y alivio ante el rechazo. Te relacionas con mucha gente y no tienes que preocuparte de si les pareces gordo o flaco o feo o lo que sea.

    Dejando a los niños, también nos pasa a nosotros, vivimos menos o vivimos distinto, y la VIDA está ahí fuera.

    Tengo un borrador de post desde hace una semana y media que se titula Conectados = Desconectados y va un poco de este tema.

    Cuando lo tenga acabado, vuelvo a comentar y enlazo por si os interesa.

  3. No es solo que desaparezcan barreras o complejos físicos, también emocionales. Es mas fácil romper una relación (amorosa o amistosa) cuando no tienes que mirar a los ojos.

    O que si no te encuentras a gusto en un grupo de Facebook, te vas a otro. En el mundo real hay que tener mas cuidado con quien te relacionas, como lo haces y donde te metes. Hay que trabajarselo mas. Te da mayores alegrías pero es mas complicado. Esa libertad para empezar y terminar con personas y grupos te da una falsa sensación de felicidad por hacer cada día lo que te apetece, pero no te ayuda a formarte ni a enriquecerte con el esfuerzo por entender a los demás.

    El mundo real es mucho mas complejo, pero mucho mas completo.

    Saludos

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