El Comité – Cumpleaños

El Comité – Cumpleaños

Martes,  29 de Agosto de 1961

Estoy deseando que pase el jueves. El jueves y un par de días más. El jueves es el cumpleaños de Olga. 39 años cumplirá. Ella estará sola en su casa, dudo que lo celebre con alguien porque nunca ha sido de celebrar los cumpleaños más que con su familia y menos ganas tendrá ahora dadas las circunstancias. Con sus padres, Heidi y conmigo desde que yo soy miembro de la familia Krause. 39 años que deberían ser motivo de buena celebración. En circunstancias normales Heidi llevaría un par de semanas con los preparativos. Encargando la tarta, globos, decoración, regalos de parte de todos… ella es siempre la encargada de comprar los regalos que los demás le daremos, es quien mejor conoce a Olga. Ella nos lo agradecerá a todos uno por uno como si hubiéramos acertado plenamente y nosotros le diremos de nada, sabiendo todos que la única artífice del acierto con los regalos es Heidi. Es nuestro pequeño teatrillo de cada cumpleaños.

Los dos últimos años si he hecho un regalo extra a Olga por mi cuenta. Sé que es una idiotez pero me apetecía tener ese detalle con ella, pensar de alguna forma que nuestra relación no es sólo sexo, aunque sea sexo en el 90 %. Un perfume el primer año y el pasado una pulsera que compré en la misma joyería donde compré el anillo para Heidi. Cuando salí de comprarlo pensé qué hubiera pasado si el joyero viera alguna vez a Olga con ella o si un día nos cruzáramos y le preguntara a Heidi por el collar y sobre todo por la pulsera. Supongo que debe haber un código no escrito entre los joyeros de no intimar con los clientes, algo así como el secreto de confesión de los curas. No soy el único que tiene amantes en Berlín.

Que raro me suena eso de «amante». Por cierto, nota mental: hablar en pasado de «tener amante» y «mi relación con Olga». Nada de eso existe ya y debo hacerme a la idea porque no existirá. El día que nos reunamos, que ocurrirá, no habrá tal relación. A veces pienso en ello. No sé si para dejar de pensar en lo mal que lo está pasando Heidi, lo mal que lo estoy pasando con Heidi o por puro egoísmo. Alguna vez pienso en ese polvo de reencuentro. Pienso que Olga cruza de alguna manera la frontera y aparece en mi despacho, antes siquiera de ver a Heidi. Bueno, para que mentir aquí: Heidi ni siquiera existe en estas fantasías. Olga viene a buscarme a mi, soy así de egoísta. Aparece en el despacho o en casa. Aparece sucia siempre, ha cruzado de alguna manera extraña la frontera. Oculta en un camión con permiso especial entre cajas, por alguna canalización que no hemos sellado… siempre sucia y sudorosa. Y eso ya me excita. Y nos besamos y follamos. Mucho, fuerte, intensamente, sin hablar. Pienso en ese sexo con Olga y me excito. Sólo pienso en ella y yo. Y me masturbo en el sofá mientras Heidi duerme sus sueños químicos. Y lloro en cuanto me corro porque sé que no es justo que tenga esas fantasías en lugar de preocuparme por mi esposa, pero no quiero evitarlo.

Esos sueños, esos momentos de placer propio me sacan de la mierda en la que estoy. De esta mierda de sentirme culpable día tras día, hora tras hora, por tantas cosas. Por haber dejado a Olga, por la muerte de Ida, por la depresión de Heidi, por las familias destrozadas, por el Berlín que he ayudado a encarcelar,… Nada me hace sentir bien pero me sobrepongo y sigo adelante, no me queda otra. Y sólo en esos minutos en los que fantaseo y me masturbo pensando en Olga encuentro un momento de paz. Y cuando he llorado de nuevo sintiéndome culpable pienso que necesito a Olga, su fuerza. Sé que ella no me culpa por haberse quedado fuera, como sí hace Heidi, sé que ella me entenderá cuando estemos juntos. Le contaré todo, podré hablarle de Ida y ella me dirá que no es culpa mía, que yo cumplí órdenes lo mejor posible y que también me engañaron. Sé que entre los dos podremos superarlo. Sé que habría un nosotros, todo lo contrario que ha sucedido con Heidi.

No me gusta pensarlo pero la culpa que Heidi está volcando en mi está consiguiendo que la aleje de mi vida, que no quiera saber ya de ella, que me canse de intentar consolarla sin conseguirlo, de tragarme la culpa y el odio que me echa. Ya ni siquiera intento consolarla ni buscarla. Prefiero estar siempre en otra habitación. Ya no es sólo frío en la cama, una cama que hace días que no pruebo, es en toda la casa. Cada vez que nos cruzamos por cualquier pasillo o compartimos un rat

Ya ni sus ataques de ansiedad me dan pena. La atiendo con la frialdad de un médico que se preocupa por su paciente. De nuevo esa ansiedad nocturna, esos gritos buscando a Olga. Ya no le doy la oportunidad de que me golpee. Me mantengo en la cama con ella guardando la distancia y esperando que se calme. Preparo la inyección y se la doy. Ahí está de nuevo dormida. Sé que para ella es duro que su hermana, su gran apoyo, haya quedado al otro lado pero esperaba de ella que fuera capaz de sobreponerse. La veremos algún día, pero me ha cansado de decírselo. Es hablar con una pared.

Supongo que encima la cercanía de su cumpleaños la pone aún peor. Desde que estamos casados siempre se celebra en nuestra casa, así Heidi lo lleva más tranquilo ya que tiene aprovisionar todo. Si encima tuviera que llevarlo a casa de alguien sería de locos. Apenas hemos hablado de ello estos días y casi hubiera preferido que no hubiéramos hablado nada. Ayer me contó que le había comprado su regalo. Esta vez sólo un regalo suyo. Una cadena de plata y en el centro un infinito. Un para siempre. Un símbolo de su amor por ella y una señal de que cuando vuelvan a juntarse jamás volverán a separarse, pase lo que pase estarán juntas para siempre.

Comprarle un regalo a Olga, un regalo que no sabemos cuándo podrá darle. A veces pienso que Heidi se ha vuelto completamente loca, que ha dejado de razonar. He hablado con sus compañeros de trabajo para ver que me decían y me cuentan que la ven muy entera, que su rendimiento no ha bajado en absoluto y que sólo de vez en cuando notan algo de tristeza por su parte. Al parecer todo su malestar lo reserva para mi, el culpable de su mal.

Un regalo para Olga, para un cumpleaños que no podremos celebrar. Quiero pensar que el jueves será una crisis importante pero la superaremos y puede que empecemos a mejorar. Puede que eche de menos estar ahora liada con los preparativos de la fiesta y que, aunque no me lo cuente, eso la tiene peor. Quiero pensar que todo mejorará a partir del jueves, a partir de un cumpleaños que no podremos celebrar.

He pensado en pedirme el día libre en la oficina y pasarlo con ella para no dejarla sola pero no nos haría ningún bien. Ni a ella ni a mi. Ella trabajará, yo trabajaré, pensaremos en Olga un rato por la noche y convertiremos un día especial en uno lo más normal posible. Si nos quedamos en casa o salimos Heidi no parará de recordarla y culparme por no estar con ella. Yo la odiaré un poco más por cargarme ese peso como si todo fuera mi responsabilidad y empezaré a pensar más en Olga y a fantasear con que Heidi no está y Olga y yo follamos sin parar para celebrar sus 39 veranos.

Mejor el jueves hacemos cada uno nuestra vida. Nuestra nueva vida. Cada uno la suya.


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