Comida para Instagram. InstaFood

¿No os da la impresión de que empieza a haber comida diseñada para Instagram? Comida que queda espectacular en las fotos que hacemos para Instagram (por supuesto me incluyo) pero que a la hora de comerla resulta tarea imposible. Me ha pasado hoy aunque no lo había mirado desde esa perspectiva. Es lo que tiene comer con amigos, que te abren la mente. Os cuento la reflexión.

No es la primera vez que pido comida que luce espectacular. Recuerdo en concreto ahora una hamburguesa que pedí no hace mucho en una hamburguesería «Gourmet» de Málaga. Ya el término Gourmet me empieza a chirriar a veces, pero no es esa la cuestión así que me centro en el tema. Hamburguesa 100 % ternera criada en los campos de no se donde y con especialistas dándoles masajes para que la carne sepa a la felicidad en la que se ha criado el animal, verduras de temporada, mozzarela de búfala virgen (o algo así) y yonosécuantas cosas más. Una pinta espectacular. Hice foto para Instagram y antes incluso de empezar a comerla ya tenía corazoncitos. Fantástico. Me dispuse a comerla. ¿Cuchillo y tenedor, por favor?

Ni aún así conseguí comerla con comodidad. Una vez hecha la foto y pasado el primer bocado de excitación aquello resultaba incomestible para mi. Ojo, todo buenísimo. La carne derrochaba felicidad por los cuatro costados y el pan parecía recién amasado por el panadero mayor del reino pero esa forma de desmoronarse por todas partes me superaba. Estoy acostumbrado a las hamburguesas, de barrio o de donde sea, que te comes con las manos y si, chorrea un poco, pero te caben en la boca, puedes dar el bocado. Eso era imposible. Había que desmontar esa espectacular y fotogénica (¿Instagraménica debería decir?) y comerla por trozos. No, no es mi concepto de comer una hamburguesa.

Hoy me ha pasado lo mismo con un perrito. SuperDog. Yo no sé cuantas cosas y salsas llevaba eso. Si veis la foto, que por supuesto también he subido a Instagram, la pinta es brutal. Se ve buenísima, si se me permite la expresión. Otra cosa es comérsela. Otra vez la misma historia. En cuanto la sacas de su escenario, cuando desmontas el bodegón, aquello no hay por donde cogerlo. Se rompe, no te cabe en la boca, no aprecias todos los sabores y al final no llego a comer a gusto. O soy sincero: no disfruto la comida.

Me pasó con la hamburguesa, me ha pasado con el perrito y alguna vez más que no llego a recordar. No es comida pensada para comerla sino para Instagram. Esa es la conclusión a la que hemos llegado hoy. Comida pensada para la foto, para venderse, pero no para el disfrute mientras se saborea. Y creo que cada vez más empieza a haber comida así, pensada para el postureo.

Siempre hemos pensado mi amigo Jorge y yo, y así lo tenemos comprobado, que son las fotos de comida las que más atraen en las redes sociales. A todos nos gusta comer y a todos nos gusta ver buena comida, es lo que yo pienso.

Pensando en las fotos de comida que he subido estos días me llama la atención que una de las que más Me Gusta ha obtenido es la de un rollo de Canela. Y me gusta porque es sencilla. Un rollo de canela danés al sol. Yo estaba detrás haciendo la foto y salivando mientras hacía la foto. El sol de una tarde de otoño (aquí en Copenhague ya es lo que en Málaga llamamos otoño), el rollo de canela, una botella de agua fresca, silencio y disfrute. Eso si que se podía comer y disfrutar, eso no era comida pensada para Instagram, es comida pensada para saborear. Me gusta pensar, o quizás es que quiero hacerlo, que algo de eso se nota en la foto. Que al final lo que hay detrás de la foto también llega.

Si, quiero pensar que es así.