Calor

Calor

GataSobreElTejadoDeZincHace calor por las tardes y noches ya. No es noticia. No voy a hacer un especial informativo sobre el tema. La noticia sería que en pleno mes de julio estuviera nevando en Málaga. La cuestión es que hace calor, como debe ser. Y estos días estoy trabajando en casa, como algunos ya sabéis. Me siento al ordenador con un ventilador, de techo o de sobremesa según en que habitación me ponga con el portátil, y a trabajar. Si, tengo aire acondicionado en casa, pero prefiero tirar de ventilador mientras no sea imprescindible.

Ventajas de trabajar en casa: me quito la camiseta, pantalón corto y música suave. Estoy ahora en el Spotify con unas listas de versiones «Lounge» que descubrí en una cafetería de Salamanca y esa música, el sonido de fondo del ventilador, el calor, estar descamisado… me trae a la memoria muchas películas. Clásicas, por supuesto. Películas basadas en las obras de Tenesse Williams, por ejemplo, como La Gata Sobre el Tejado de Zinc, Un Tranvía llamado Deseo o De repente el último verano.

Son películas donde, en general, el calor se palpa. Se ven cuerpos sudorosos y acalorados. Ventiladores de techo que mueven suavemente el aire, gente con paños fríos sobre sus nucas y muñecas para refrescarse. Té helado en todas las mesas. El deseo, que no el amor, se desata también con esos calores. Las emociones y los nervios están a flor de piel, es lo que tiene el calor, desata nuestros instintos primarios. Y pese al calor te apetece estar más con alguien.

Esta tarde me ha venido a la memoria alguna tarde de verano cuando vivía con mi ex. Alguna tarde de verano, no sé cual, los dos en casa viendo alguna peli en el sofá del salón bajo el ventilador. Calor y los cuerpos prácticamente desnudos para soportarlo. No, en aquella época no tenía aire acondicionado. Pero pese al calor los dos estábamos uno junto a otro. Serán esos instintos primarios de los que hablo. Ella solía acariciarme el pecho, tenía esa extraña manía que me encantaba y le encantaba. En más de una ocasión me hizo una seria advertencia: el día que te depiles el pecho te dejo. Es perfecto para acariciarlo, tiene la forma perfecta, suave…

Y esas cosas que a uno se le graban en la memoria y de repente una tarde de verano como hoy vuelven a surgir. Y me ha entrado una nostalgia tremenda. Unas ganas terribles de que ella, o alguien, estuviera aquí para acariciarme el pecho mientras vemos una película y yo juego con su pelo mientras ella juega con el mío. No sé, será que estos calores calientan el ambiente y las necesidades habituales afloran mas de la cuenta. Quizás será que estoy como un gato sobre el tejado de Zinc. O quizás necesito una gata sobre mi tejado de Zinc.

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