El Comité – Cuxhaven

El Comité – Cuxhaven

Lunes, 31 de Julio de 1961

Por fin estamos aquí, en Cuxhaven, de vacaciones. Hemos llegado bastante tarde, ya de noche, lo cual ha dado una tremenda alegría para Heidi. Al parecer cuando comienza la bajada desde las montañas que rodean la ciudad hacia el pueblo se ve el mar. Es una vista preciosa según me cuenta, pero se alegra de que no haya podido verla al ser de noche. Está empeñada en que mi primer encuentro con el mar sea muy especial. Será mañana por la mañana.

Me ha hecho prometer que no me asomaré a las ventanas que dan al este, como si yo supiera cual es el este en esa casa, porque desde ahí se ve el mar. No quiero fallarle así que me mantendré alejado de las ventanas. Me piensa poner una venda en los ojos, llevarme en coche a la playa y quitarme la venda justo cuando estemos frente al mar. La ilusión que desprende su mirada con este juego de enseñarme el mar se contagia. Le da igual que haya visto mil fotos y películas de miles de mares, dice que nada va a ser comparable a sentirlo. Aquí me tiene encerrado y con ganas de que sea mañana para descubrir mi regalo como los niños en la noche de Navidad.

El fin de semana ha pasado rápido y tranquilo. Apenas hemos parado. El sábado con Olga fue muy especial. No estaba en casa cuando llegué y decidí esperar cerca tomando un café. No tardó mucho en volver y pude alcanzarla en la escalera. Me acerqué con sigilo mientras buscaba las llaves de la puerta de casa en su enorme bolso y la abordé por detrás. Me costó un rotundo puñetazo en la cara que dramaticé como si me hubiera roto la nariz para que me la cubriera de besos. En cuanto entramos nos dejamos llevar. Sabía que voy a estar 2 semanas fuera y me esperaba, sabía que no iba a poder estar tanto tiempo sin ella, que la necesitaba… en definitiva se estaba quedando conmigo y haciéndose la importante. Me decía que mientras se iba a buscar a otro que la tuviera más grande y que fuera sólo para ella, que no la notaba, que empujara más, que la mordiera, que me la comiera…. Esa es Olga.

Si que es cierto que va a ser un poco raro estar 15 días sin ella. No es la primera vez, ni será la última, pero ahora estoy tranquilo después de unas semanas de bastante tensión por todo el asunto de El Comité. Ahora si estaré algo más relajado y podría disfrutarla más pero así son las cosas. Estos días toca disfrutar a Heidi, que tampoco es poca cosa.

Le he contado la última reunión con todos los miembros, el tema de los puntos de control, las barreras, plazos, que no me han cancelado las vacaciones, etc. Se ha alegrado tanto o más que yo. Ella ha estado viviendo esta tensión conmigo estos días. El no saber qué iba a pasar con nosotros, con su hermana… la ha tenido también muy mal. Poder compartir ese alivio con alguien, esa tranquilidad, esas conclusiones… Siempre pienso que ojalá pudiera ser con Heidi pero también me alegro de que ella no haya vivido estos días de tensión extra porque su epilepsia me da que se hubiera resentido.

Olga me ha confesado que había contemplado la posibilidad de mudarse cerca nuestra. Incluso ha estado tasando su piso para ponerlo en venta y mirando alquileres o compra en nuestra zona. Dice que se hubiera convertido en una auténtica capitalista porque por lo que sacaba de su pequeño apartamento podía comprar un par de edificios en nuestra zona. Por supuesto exageraba… pero no demasiado. Le he confesado que yo también estuve pensando la posibilidad de que al menos se mudase a nuestro apartamento durante unos días antes de que se construyera el muro para ver como evolucionaba la situación. No ha hecho falta y ambos nos alegramos de no tener que cambiar nada.

Todas estas conversaciones ocurren siempre después de follar y antes de que me vista y la deje sola de nuevo. Siento una pena y una culpa tremenda cada vez que esto sucede. La veo allí en la cama o el sofá tumbada desnuda. Pidiendo más abrazos y más compañía que sabe que no puede tener. Deseo con todas mis fuerzas que llegue pronto ese alguien que entre en su corazón y en su cama como lo hago yo. Ese alguien que la desee y la ame, que no la abandone a media tarde o media mañana para irse con su amada esposa. Ese alguien que no la haga sentir La Otra. Algún día deberíamos hablar de todos estos temas, pero me da miedo. Sé que sufriremos y puede que sea el último día que estemos juntos así. No estaría mal. Se lo debo a Heidi. Se lo debo a Olga. Debo ser honesto con ambas y tomar una decisión, no es justo para ninguna de las dos.

El sábado quise hacerlo diferente, una especie de despedida. Olga ya había acordado con Heidi no pasar el domingo porque la imaginaba liada con los preparativos del viaje así que le pedí que se duchara y se vistiera para comer los tres juntos. Recogeríamos a Heidi en la peluquería, le daríamos una sorpresa y pasaríamos la tarde de compras. Mi «particular familia», como la llamó Erich. Quería por una vez no irme con ese sentimiento de culpa ni dejarla en la cama sola. Saldríamos como una especie de pareja.

Así fue, pese al sabor agridulce de estar con dos personas tan importantes para mí y tener la sensación de que debo escoger a una, antes o después. Lo peor es que sé cual va a ser mi decisión cuando llegue el momento. Siempre será Heidi. Y Olga lo sabe, siempre he sido honesto con ella. Me dice que es consciente y que por eso es tan intensa conmigo, para aprovechar cada momento antes de que termine, antes de que tenga que dejar de disfrutarme. No sé hasta que punto sufre o es sincera en su forma de disfrutar cada instante.

Y pienso que quizás deberíamos vivir siempre así la vida, ¿no? Al fin y al cabo sabemos que tiene fecha de caducidad, como mi relación con Olga, así que deberíamos vivir cada instante antes de que acabe. Sí, sin duda debería recordarlo cada día. Mañana cuando Heidi me quite la venda frente al mar disfrutaré ese momento, y cada uno de los que me brinden estos quince días en Cuxhaven lejos de comités, muros, joyeros, Olgas… me duele pensar en ella así.

Oigo el mar. Lo huelo desde aquí aunque no lo vea. Heidi no me había hablado de ese olor. Salitre dicen que es. Me gusta. Eso no llega a través de las fotos ni películas. Es maravilloso. Y el romper de las olas. Ni el mejor sonido de ningún cine le hace justicia. Sí, me va a gustar el mar. Me va a gustar Cuxhaven.


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