El Comité – Ida Siekmann

El Comité – Ida Siekmann

Martes,  22 de Agosto de 1961

Ida Siekmann. Ese es otro nombre, como el de Conrad Schumann, que probablemente quieran borrar de cualquier registro nuestras altas esferas. Seguramente no quieran que nadie sepa de ella. Ni siquiera que existió. ¿A quién le importa una viuda de 59 años? Bueno, técnicamente 58 porque los 59 los hubiera cumplido mañana. Ya no llegará a tenerlos nunca y es que hoy esta mujer ha muerto huyendo de Berlín Este, de nuestro Berlín. Ha muerto huyendo de su casa, saltando por una ventana desde el cuarto piso. Ha muerto porque yo dibujé un linea por un lugar que la ha matado. Ha muerto, en cierto modo, por mi culpa.

Cuando me ha llegado el informe esta tarde me ha costado contener las lágrimas mientras lo leía frente a Helga. En cuanto he terminado y ha salido del despacho me he derrumbado. Me he servido un trago doble, triple o quizás cuádruple de ese bourbon que hay en el despacho y me he dejado caer sobre el sofá donde suelen sentarse las visitas para las reuniones largas. Había escuchado cosas sobre Bernauer Strasse pero no me las acababa de creer. Esta tarde la realidad me ha vuelto a dar otro mazado para espabilarme. Tengo ahora la nota aquí a lado junto al diario. La acabo de volver a leer y me vuelvo a estremecer. Ida Siekmann. 58 años menos un día, ha muerto como consecuencia de las heridas sufridas al arrojarse desde la ventana de su casa, un cuarto piso en el número 48 de Bernauer Strasse, intentando alcanzar el lado francés de Berlín. Sí, lo ha conseguido, pero sólo para morir en él.

No podía creerme lo que estaba pasando. Había escuchado esas historias y la culpa es sólo mía. Cuando tracé la linea sobre el mapa, cuando paseé por esa calle, me pareció una buena idea que las propias paredes de algunos edificios hicieran de frontera. Un buen puñado de metros de alambrada y ahora de muro de piedra iban a estar ya construidos. No haría falta vigilancia porque sería un muro bien sólido desde el principio. Lo que no se me ocurrió pensar ni por un momento es que estaba provocando una enorme brecha en el muro. Subestime las ansias de escapar de tantos compatriotas.

En esos edificios la entrada estaba en nuestra zona pero sin pensarlo había creado la paradoja de que bastaba con sacar un brazo por una de ventana del edificio para que ese brazo estuviera en Berlín Occidental. Y quien dice brazo dice el cuerpo entero. Me habían contado que mucha gente estaba entrando en esos edificios y saltando por las ventanas del primer piso para huir a la zona occidental. Qué fácil se lo había puesto. Eran viviendas, los soldados no podía echar, al menos de momento, a sus habitantes. Muchos había saltado ya y otros estaban ayudando al resto de ciudadanos. Entraban como visitantes y no volvían a salir por la puerta. Aún estando tan cerca de mi casa me había negado ni siquiera a pasar por allí a verlo.

Por supuesto que ya se habían dado cuenta y desde hace unas horas está prohibida la entrada a esos edificios salvo a residentes. Aún así las ventanas de la planta baja ya han decidido que sean tapiadas para evitar fugas. Pero no es suficiente cuando la gente está, al parecer, desesperada.

El dossier de Ida me ha puesto especialmente nervioso. Ida tiene tenía una hermana que vive unas calles más arriba, en Lortzing Strasse. Una hermana al otro lado y justo a medio camino entre casa de Olga y la de Ida. Una hermana que salta y encuentra la muerte buscando a su hermana. No puedo dejar de pensar que no quiero que Heidi tenga conocimiento de esta historia. No quiero que esa idea pueda arraigar en su cabeza.

Ida saltó, como otros muchos antes, desde su ventana. Tengo constancia de que hay equipos de bomberos de lado francés con lonas de rescate siempre preparadas para cuando ven a alguien en ventanas superiores. Las despliegan y al saltar los recogen y reciben entre vítores y aplausos. Cada fugado de nuestro lado es para ellos un rescatado y un héroe. Para nosotros es otro quebradero de cabeza, un nombre que nos gustaría borrar para siempre. Ida contaba con esas lonas para su salto. Hizo como han hecho otros antes: se asomó y dio un par de gritos. Lanzó algunas maletas con pertenencias al otro lado para que los bomberos sepan por donde tienen que desplegar la lona, pero todo se ha precipitado.

Nuestros hombres están ya alerta y en cuanto han detectado movimiento han subido corriendo. Las puertas no son precisamente acorazadas y en unos segundos han llegado y la han echado abajo. Imagino la cara de Ida al verles entrar. Tener que tomar una decisión en cuestión de segundos, lo que tardaran en llegar a la ventana y atraparla. Ya no habría segunda oportunidad. La sacarían de su casa, la mantendrían presa unos días y la reubicarían en otra casa lejos de esa vía de escape.

La imagino pensando en su hermana, la única persona que tenía en este mundo. La imagino pensando en la soledad, en la cárcel. En las dos cárceles: donde pasaría un par de días cuando la apresaran y la ciudad donde tendría que pasar el resto de su vida sola. La imagino pensando en celebrar su 59 cumpleaños con su hermana, pensando en lo simbólico que sería volver a nacer en una ciudad nueva casi justo el mismo día en que nació 59 años atrás. La imagino viendo cómo abajo estaba la lona pero aún no estaban los hombres preparados para elevarla y amortiguar el golpe. La imagino en ese debate y dando el salto final confiando en la suerte, que finalmente le ha sido esquiva.

Imagino ese descenso de segundos viendo como algunos hombres mal colocados intentaban tirar de la lona para amortiguarla, oyendo los gritos de algunos espectadores, porque siempre hay gente esperando ver el espectáculo de un nuevo salto, mientras se precipitaba a la nada. La imagino sintiendo el dolor de su cuerpo sobre el suelo, sin apenas haberse detenido, y oyendo como sus huesos se destrozaban justo antes de perder el conocimiento.

Imagino la escena y a esos hombres intentando salvarle la vida que se escapaba junto con la sangre que iba perdiendo por la herida de su cabeza. A los enfermeros intentando detener la hemorragia camino del Hospital Lazarus. Imposible. Su cuerpo llegó pero ella ya no. Una víctima, por lo que sé la primera, del muro. Una víctima de mi linea sobre el mapa.

No puedo evitar sentirme culpable. No sabía que iba a ser así pero yo he dibujado esa puta linea, yo use la puta pared de su casa para ahorrar en alambre. A mi no se me ocurrió pensar que ahí vivían personas a las que iba a crear un problema serio. No se me ocurrió pensar en lo que estaba participando. Nadie más ha hecho una idiotez como esa, ninguno de los otros miembros de El Comité ha usado edificios como parte de su linea. He sido el único gilipollas que lo ha hecho y creo que no es casualidad. Creo que he sido el único gilipollas que no se daba cuenta de lo que estaba haciendo.

No quiero imaginar que Heidi haga alguna locura simular. Tal como está nuestra relación ahora mismo no podría verlo venir. Sólo pienso en retomar las vacaciones que dejamos a medias. No creo que ahora haya ningún problema con El Comité disuelto. Mañana haré gestiones en la oficina y se le propondré a Heidi.


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