El Comité – La tienda de tabaco

El Comité – La tienda de tabaco

Martes, 20 de Junio de 1961

Esta mañana he empezado a darle vueltas al tema de El Comité, al mapa que tengo que re-diseñar según Erich. Le he echado un vistazo y para mi es tan obvio que está bien hecho que no acabo de ver cómo replantearlo. Es ahí donde ponemos los controles, no hay mucha más vuelta que darle. Calle arriba o calle abajo, ¿hay mucha diferencia? Yo no la veía.

Eché mano a mi botella de bourbon y mi reserva de tabaco en la oficina para intentar despejarme. No me apetecía pipa así que busque en mi caja de cigarros. No me quedaba ninguno. Al igual que el olor a pipa le encanta a Heidi, el de los cigarros lo detesta, así que sólo fumo alguno de vez en cuando en la oficina. Tengo una caja de madera en el escritorio y todo el mundo sabe que están ahí, al igual que el bourbon. Alguna vez, como hoy, me he encontrado la desagradable sorpresa de encontrar alguna de las dos cosas acabada. Otras en cambio han crecido sin que yo las repusiera. Así son las cosas aquí.

Decidí que puesto que no avanzaba en mi tarea no pasaba nada por coger una de las motos de la oficina y acercarme a mi tienda a por unos cigarros. El tabaco para la pipa los compro en una pequeña tienda que hay en la esquina de mi calle, en Oderberguer. He dado con una marca fácil de conseguir, razonable de precio y que me gusta. No tengo problemas si no hay en esa tienda, es bastante habitual. Sin embargo los cigarros los compro en una pequeña cava un poco más alejada, por eso tengo que coger la moto para ir.

Se encuentra en el cruce entre EulerStrasse y JülicherStrasse, justo a medio camino entre mi trabajo y la casa de Olga. No se tarda nada en llegar, un par de avenidas llevan casi directo. Los cigarros puros sin son más difíciles de conseguir, sobre todo los de calidad. Por eso he de cruzar al lado este. He buscado varias tiendas y finalmente esa es mi favorita.

Karl ya me conoce. Nada más verme entrar me saluda. Voy un par de veces al mes para comprar la reserva. Nunca me llevo muchos para que no se estropeen pero siempre me llevo algún extra. Alguno de esos cigarros de importación que no siempre tiene y que rara vez repite. Esos que, cuentan las leyendas, han sido enrollados por vírgenes cubanas sobre sus impolutos muslos. Así se supone que hasta saben mejor.

Como siempre estaba detrás de su pequeño mostrador oculto por una pequeña nube de humo de cigarros puro que siempre le rodea. No recuerdo haberle visto nunca son un habano en la boca. Con su aspecto impecable, su sombrero de ala ancha y su traje siempre claro. Parece que, al igual que los puros, la ropa también se la traen directamente de La Habana. Le imagino perfectamente en el Malecón paseando como un señor.

Me ha saludado e inmediatamente me ha preguntado por la salud, cómo iba todo mientras descuidadamente iba preparando el paquete con mis cigarros habituales. 5 puros delicadamente envueltos. Una vez cumplidos los trámites me ha llevado, como siempre hace, a una pequeña zona trasera algo más apartada. Allí ha sacado dos cajas en las que había pequeñas joyas cubanas. Diferentes grosores, texturas, mezclas… sólo las vitolas ya indican que hablamos de otra categoría, nada que ver con el paquetito que ha dejado sobre el mostrador.

Me habla de las maravillas de la hoja usada para cada cigarro, de las mezclas, del secado, de la procedencia, del aroma… amigos, ahí es donde me conquista. El aroma. No he llegado a entender mucho de tabaco, pero esos aromas me pueden. Me atrapan y me hacen abrir la cartera. Al final siempre me llevo 2 distintos. Me doy cuenta a veces que soy un tipo muy de costumbres. Nunca me fijo en el precio. No escojo los más caros, los mas baratos, los más gruesos, los más largos, ni los más cortos… me dejo atrapar por el aroma.

Elijo mis dos cigarros de rigor, que envuelve uno por uno, pago y me despido con un amable saludo. Y de repente me di cuenta. De aquí a final de año no iba a poder hacer esa pequeña compra con la misma naturalidad que le he hecho hoy. El Muro, tal y como yo mismo lo he dibujado sobre el mapa que nos dieron, dejará esa cava al otro lado. Un parque y una bloque de edificios lo separarán del muro y me harán imposible ir a por mi reserva de cigarros. La frontera que ahora está en el puente de BornholmerStrasse se cerrará y aún no sé bien qué hará falta para cruzarla.

Han empezado a surgirme preguntas. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Quién? El porqué prefiero dejarlo para otros.


El libro de El Comité al completo, con contenidos adicionales, disponible en Amazon.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.