El Comité – Huérfano

El Comité – Huérfano

Domingo,  9 de Julio de 1961

«Ah, entonces eres huérfano.»

Esa sencilla frase, esas cuatro palabras salidas de la boca de Heidi cuando le conté que mis padres habían muerto me hizo tomar conciencia de una condición que habiendo sufrido desde hace años nunca había asumido como propia. Soy huérfano. No tengo ni padre ni madre. A mi padre me lo robaron, digan lo que digan, por pensar más o menos como yo pienso ahora en cuestiones políticas. Yo algo o bastante más moderado, el comunista de pura cepa. Imposible en un país como la Alemania nazi que le tocó vivir. No necesitaban muchas excusas para meter a los «rojos comunistas» como mi padre en la cárcel. Tampoco necesitaban muchas más para meterles unos cuantos tiros a poco que se resistieran, como sucedió con mi padre.

Era un buen hombre, o así le recuerdo. De las pocas enseñanzas que se me quedaron grabadas fue que siempre debía pensar más allá de mi mismo. Que el individuo nunca debe estar por encima del bien común. Su máxima socialista y lo que aplicaba cuando lo asesinaron: poniendo por encima de si mismo la defensa de las ideas de un grupo de personas, dando cobijo a «delincuentes» en casa. Así le descubrieron y allí mismo le liquidaron. Seguramente fruto de algún vecino envidioso que le delatara. A la gente le gusta mucho meterse en la vida de los demás y si encima pueden quedar bien con el estado y ganar un dinero, mejor que mejor.

Le recuerdo como un buen hombre del poco tiempo que tengo recuerdos suyos. Mis tíos así me lo confirmaron siempre. De mi madre no tengo recuerdos. Murió para darme la vida. Dio lo más precioso que tenía por mi. Una pregunta ronda en el aire de la gente cuando cuento esto. Nadie me la ha hecho pero la siento. Es dura, pero yo si me la he respondido hace ya bastante tiempo: si, me siento culpable de su muerte, ¿Cómo no sentirse así sabiendo que si yo no hubiera nacido ella seguiría viva?

Si de mi padre sólo me han dicho cosas buenas en mi vida, a mi madre la han glorificado siempre. Anna. Si una mujer buena ha habido en el mundo esa debía ser mi madre. Siempre pendiente de mi padre y sus locuras, siempre al tanto de sus hermanos para que no les faltara de nada. Siempre pendiente de los demás por encima de si misma. No por ideologías de partido, no por comunismos, socialismos o religión. Simplemente se preocupaba por los demás. ¿Cómo no sentirse culpable por haber arrebatado al mundo a una persona tan especial a cambio de alguien tan mediocre como yo?

No trabajaba, el sueldo de mi padre en la fábrica les valía, pero no estaba jamás quieta. Siempre había un lío en el que se metía. Ya fuera ayudar a su familia, preparar cosas para las reuniones de mi padre, algún acto benéfico en el vecindario para ayudar a alguna familia que aún no había terminado de salir del agujero en que muchos se metieron al terminar la primera guerra… Así ella era.

Recuerdo perfectamente cuando mis tíos conocieron a Heidi. Mi tía especialmente se puso blanca y le dio un abrazo enorme. No dejaba de repetir que era igual que mi madre. Que parecía estar viéndola tal como falleció. Los mismos gestos, la misma cara… y a medida que la iba conociendo lo tenía más claro. «Eso mismo hubiera dicho Anna». O «tienes las mismas cosas que mi hermana». Siempre igual. No sé como le sentaba a Heidi, sobre todo pasado un tiempo. Al principio sé que le halagaba pero a veces no se sentía demasiado cómoda. Aún así siempre tenía una sonrisa para Petra. Al fin y al cabo lo hacía sin mala intención. Había echado tanto de menos a su hermana que ahora parecía sentirla de nuevo a su lado. De hecho incluso le pedía consejos como si de esa hermana mayor ausente se tratase, aunque en este caso Heidi fuera la pequeña.

Ayer hubiera sido el cumpleaños de mi madre. Nunca la conocí pero cada año voy por estas fechas al cementerio a hablar con ella. Preferí quedarme con su cumpleaños en vez del aniversario de su muerte. Celebrar mi vida y su muerte el mismo día me parecía demasiado cruel. De hecho nunca he celebrado mi cumpleaños hasta que conocí a Heidi y en alguna ocasión hemos ido a cenar. Además, siempre he sido más de celebrar la vida que la muerte así que prefiero recordar el día que nació. Por lo que sé de ella, creo que también lo hubiera preferido. Sin ser creyente en absoluto me acerco a su tumba, la limpio un poco, cambio la vieja maceta del año pasado por una nueva con algunas flores y me siento a hablar con ella. Le cuento cosas de mi vida, comparto un café con ella y me marcho hasta el año siguiente. Esta mañana ha tocado.

Siempre voy sólo. Heidi me acompañó la primera vez que fui cuando ya habíamos empezado a salir. Fue en ese banco donde he estado esta mañana donde le conté la historia de mis padres y donde pronunció esas cuatro palabras. Nunca más ha venido conmigo y sé que lo hace por mi, porque sabe necesito ese momento a solas con Anna. Nunca me ha pedido venir y nunca le he vuelto a ofrecer que me acompañe. Fue en ese cumpleaños, charlando los 3 juntos, cuando tomé conciencia de ser huérfano. Siempre había tenido esa imagen Dickensiana de huérfanos al estilo Oliver Twist pero no hay que ser tan dramático.

No tengo ni idea de como eso ha marcado mi vida. Tampoco me lo planteo. No me gusta pensar demasiado como hubieran sido las cosas. Han sido así. Punto. Ese es mi lado pragmático. ¿Para que darle vueltas a imposibles?. Nunca podré saber como hubieran sido las cosas de haber contado con mi padre y mi madre. No estoy muy descontento con mi vida. Sólo me da pena no haber conocido a mi madre. Por lo demás he tenido una buena vida.

Por supuesto esta mañana he hablado con mamá de El Comité. Le he preguntado como lo ve, si cree que será algo realmente duro lo de ese muro o no. Si cree que seré capaz de hacerlo bien o no. Si seré capaz de ser justo con toda la gente a la que voy a cambiar la vida. Ojalá pudiera responderme.

Se me ha ocurrido comentárselo a Heidi. Ya que todo el mundo dice que es como mamá, puede que me aconseje bien. Inmediatamente lo he desechado. Esto tengo que resolverlo yo. No puedo cargarle esa responsabilidad.


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