El Comité – Controlados

El Comité – Controlados

Lunes,  24 de Julio de 1961

Esta tarde mientras acariciaba a Olga en el sofá en el que hemos acabado después de follar, no he podido evitar mirar por la ventana y pensar si desde alguno de los edificios de enfrente habría alguien espiándonos. Alguno de mis compañeros policías, o de la policía secreta, miembros de algún ministerio,… alguien que vigilara mis pasos. Ya no es paranoia, sé que me están vigilando. Erich lo dejó claro el otro día, sin decirlo. En estos tiempos, en estos días sobre todo, hay demasiada gente que dice sin decir. He de estar atento y buscar siempre entre lineas todo lo que se está contando. Así son las cosas en estos tiempos.

Luego he pensado que no, que para que van a estar mirando como Olga y yo nos corremos de pie apoyados en la pared junto al sofá, ella intentando gritar y yo acallando sus gritos con mi mano en su boca, dejando que me muerda con fuerza. Me acabo de mirar mientras escribo y se ven claramente todos y cada uno de sus dientes en mi mano. Menos mal que no he dejado que Heidi me lo vea. Lo he traído ya cubierto con una venda y le he dicho que me he hecho un corte en la oficina. Veo ahora esa boca en mi mano y me vuelvo a excitar, pero eso son cosas mías. A la gente que me vigila no le importa el sexo con Olga ni con quien lo tenga, le importan otras cosas. No, no creo que nos vigilen por la ventana. Me vigilen mejor dicho. Seguro que se han quedado en algún portal cercano esperando que salga mientras pican algo. Era la hora propia de merendar.

Olga me ha visto salir por la ventana mentalmente y me ha traído con ella con un arañazo en mi pecho. Hoy estaba guerrera. Al verme se ha dado cuenta de que mi mente no estaba en nosotros, cosa extraña en mi, y me ha preguntado si estaba con ella o en El Muro. La he besado y le he contado mi charla con Erich. Antes que al resto de miembros, me da igual. Aquí no hay protocolos ni cortesías. Ella es mi confidente real. Ella es la persona en la que ahora mismo puedo confiar. Ojalá fuera Heidi pero Olga es la que se ha metido de cabeza en la boca de este lobo. Se metió aquel domingo camino de la pastelería y ahora es mi apoyo principal.

Pienso ahora que quizás el piso de Olga esté vigilado, que tenga micrófonos y que desde algún piso cercano se haya grabado nuestra conversación. Da igual, creo. No se trata de conspirar en contra de nada, pero si es revelación de secretos, cosa que hoy en día es de los peores delitos que se puedan cometer. Le he contado con pelos y señales la charla con Erich y me he centrado en la parte final, donde le hablé de familias y él hablo de nosotros, de nuestra «particular familia» mencionándola expresamente a ella.

Ella, al igual que yo entonces, se ha dado cuenta que lo nuestro ya no es cosas de dos. Hay más gente que lo sabe y eso la preocupó. Por primera vez la vi dudar y no saber qué pensar. Olga no sólo es fuerte físicamente, es muy fuerte de carácter. Firmes convicciones, serenidad y sobre todo seguridad. Siempre analiza las cosas con rapidez, llega a su conclusión y la defiende a muerte. Es una de las cosas que me admira de ella y por las que he aceptado que ella puede saber estas cosas de El Muro. Sin embargo esto la descolocó. Supe lo que pasaba por su cabeza y la tranquilicé.

Nadie iba a contar lo nuestro a Heidi ni a nadie. Las personas que lo sabían eran gente del gobierno cuyo único interés es tenerme controlado. Saber quién soy, lo que hago, dónde voy y si revelo secretos al otro bando. Son personas que necesitan saber todo de mi y que seguro llevan meses vigilando cada movimiento mío sin que yo lo sospechase. No pueden permitirse meter en ese reducido comité a cualquiera, eso es lógico. No pretenden chantajearme, si no es necesario, y no van a destrozar mi familia. Mi «particular familia».

Le aseguré que podía estar tranquila en ese sentido y que, por lo que me había dicho tampoco debíamos preocuparnos por la construcción del muro. Todo seguiría parecido. Podría seguir viendo a Heidi cada vez que quisiera, visitarnos cada domingo y podríamos seguir viéndonos de vez en cuando. Nada iba a cambiar demasiado, eso era lo que quería transmitirle.

En ese momento fue ella la que se perdió. Su mirada se fue a alguna parte, sus pensamientos comenzaron a volar dios sabe dónde. No sé si pensaba en nosotros, en Heidi, en la posibilidad de que lo nuestro llegara a oídos de Heidi, en el resto de cosas que le había contado acerca de El Muro. Fui incapaz de descubrirlo. Olga se había ido. Me vestí y me marché. Ella me acompañaba, estaba físicamente ahí, pero su mente no. Con el tiempo he aprendido que es absurdo intentar acompañarla en esos viajes. A veces su mente no analiza algo con rapidez y necesita espacio para reflexionar sobre lo que sea, limpiar polvo de paja, cocinar a fuego lento todos los elementos y entonces, cuando todo esté listo, ya lo compartirá. Lo hará. No es persona de secretos. Espero que pronto me cuente sus conclusiones.

Miro por la ventana. ¿Seguirán ahí en la calle, controlando por si salgo de noche a algún sitio? ¿Verán la luz de la ventana y sabrán qué estoy escribiendo? ¿Conocerán la existencia de este diario? ¿Lo habrán leído? Sea como sea no tiene sentido que a estas alturas de la película guarde este diario bajo llave, lo esconda en alguna parte o incluso lo destruya. Si lo conocen será peor. Si no lo conocen, tampoco tiene sentido.

Por si pasan ustedes por aquí, desconocidos vigilantes, un saludo.

Nota: Me he dado cuenta de que cuando hablo del sexo con Heidi hablo de hacer el amor. Con Olga es follar. Creo que mi cerebro hace distinciones de las que no soy consciente.


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