El Comité – La maqueta

El Comité – La maqueta

Domingo, 11 de Junio de 1961

Entiendo que la gente busque siempre que puede salir de Berlín y de Alemania en general por el clima. El fin de semana que llevamos desde luego no invita a salir a la calle, pasear, tomar el sol. En realidad no hemos visto la luz del sol por aquí desde el viernes por la mañana. Dicen que puede que mañana asome pero el fin de semana no ha sido precisamente apacible. Nubes, viento y a ratos lluvia, como no. Y estamos en Junio. En otras latitudes seguro que a estas alturas del año están ya hasta cansados del sol.

Y digo que lo entiendo, pero no lo comparto, porque a mi no es algo que me preocupe especialmente. Me gusta pasear, el parque y todo eso, pero también disfruto de la tranquilidad de mi hogar. Este fin de semana, por fin, le he vuelto a meter mano a mi maqueta. En ese y en otros sentidos me encanta mi vida con Heidi. Podemos pasar horas interminables hablando de cualquier cosa pero también podemos pasar horas sin saber nada el uno del otro. Ha sido, en general, un fin de semana de esos en los que apenas nos vemos nada más que para comer.

Ella está absorta en un nuevo libro. Hace ya tiempo que dejé de preguntarle qué lee. Cuando lo termine, si lo considera oportuno e interesante, me hará un resumen de viva voz. No sólo es una lectora casi enfermiza, es una estupenda narradora. Sabe hacer el resumen perfecto de las 500 páginas de un libro en unos minutos de relato. Sin dejar nada, o al menos nada importante. Creando emoción. Yo sin duda prefiero sus resúmenes de media hora a estar semanas buscando ratos para leer. Mi imaginación no es tan vívida y necesito los detalles que ella aporta con su narración.

Yo he dedicado por fin un buen puñado de horas a mi maqueta. Ahí estoy con la Santa María, a la que por fin le he dado un empujón. Si pudiera dedicar ratos como los de estos días en 3-4 fines de semana estaba liquidada. Y si, puedo, pero al final siempre dedico tiempo a otras cosas. También ha contribuido que Olga este fin de semana se ha quedado en casa. Con este tiempo no quería salir. Tan grande y luego le asustan unas rachas de viento, como si fuera a salir volando.

No hay cosa que me relaje más que ponerme con la maqueta. Bueno, fumar en pipa quizás, pero si uno ambos placeres… Y es lo que suelo hacer al terminar de trabajar con los barnices, colas, tablas y cordadas de mi maqueta: sentarme en el sillón que tengo en la cuarto de trabajo (me parece que debo ir olvidando eso de «cuarto del bebé»), prepararme una pipa y fumarla despacio contemplando el avance de mi obra. Quizás algún pequeño retoque, pero no suele haberlo. Es el momento de dejarme llevar y disfrutar el trabajo.

Es la tercera que comienzo. Las otras dos han sido un avión y un acorazado moderno, pero esta sin duda es la que más me está costando y a la vez la que mas me está gustando. El nivel de detalle es tremendo. Hay que construirla casi tabla a tabla. Muchas partes hay que trabajaras con pinzas para poder manejar bien las piezas y he tenido que comprar una lupa para poder encajar bien algunas secciones o hacer algunos nudos tal como deben ser. A veces pido a Heidi que me ayude sosteniendo la lupa para poder usar ambas manos con las pinzas y hacer algún nudo.

A ella le sorprende tanto mi paciencia con ese montón de maderas en miniatura como a mi la suya con la lectura. No encuentra el placer que yo hallo en ir viendo como con esfuerzo se va creando de la nada, uniendo diminutas piezas sin sentido aparente, algo tan hermoso. Las buenas maquetas son así. No les falta detalle. Puedes consultar en algún libro de historia cualquiera de las piezas y descubrir que todo tenía sentido en aquellas naves. El espacio era limitado como para llenarlo de adornos. Sólo se permitían pequeños remates a los que también dotaban de significado. He descubierto al comenzar esta carabela que este es el tipo de modelismo que voy a seguir haciendo, el naval. Y de época. Quiero reconstruir las tres naves que demostraron, que el mundo era redondo, aunque se quedaran a mitad de camino, y nos enseñaran el Nuevo Continente.

Y en estos pensamientos y estas tareas ha pasado otro fin de semana. Ahora ya pienso en la tarea de mañana. Pero mañana será otro día. Entre trámite y trámite de cada lunes ya iré trazando esa frontera. Ahora voy a apurar la pipa junto a Heidi en el salón escuchando un poco de música. Sé que le gusta el olor de la pipa aunque a ella jamás se le haya pasado por la cabeza dar una calada a pipa, puro o cigarrillo alguno.

Así hemos apurado el fin de semana juntos. Y con estas reflexiones lo doy por liquidado yo. Otra semana comienza. De nuevo las intuiciones. De nuevo siento que va a ser una semana intensa.


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