El Comité – Heidi

El Comité – Heidi

Viernes, 19 de Mayo de 1961

Sigue despierta a pesar de ser las… no sé la hora ni la quiero ver.

Veo la luz en su cuarto. A saber qué lee ahora. Esta mujer es una devoradora de libros incansable. Le da igual que sean novelas románticas, literatura histórica, algo científico o ensayos políticos. Libro que cae a su alcance, libro que degusta con placer. Por desgracia empieza a ser difícil conseguir algunos ejemplares.

Tras la guerra y la barbarie anti-cultural que trajo con ella, escaseaban los libros. En una especie de fiebre por recuperar el tiempo y el legado cultural perdido comenzó a reeditarse de todo. Era el paraíso para los lectores porque además era de muy fácil acceso y barato. Por desgracia las cosas están cambiando. Ciertos libros empiezan a desaparecer. Nadie habla de censura pero hay libros que se consideran “incómodos” y aunque no estén prohibidos las editoriales prefieren no publicarlos y los libreros no ponerlos en sus estanterías.

De literatura en otros idiomas ni hablamos. Empieza a ser una odisea encontrar versiones originales y a Heidi le gusta especialmente todo lo que huela a literatura inglesa. Tiene devoción por ese idioma. Dice que su “sonoridad” es mucho más hermosa que nuestro alemán. Yo sonrío y ella me sonríe.

Cuando dice esas cosas no la entiendo, soy mucho más pragmático y lo de la sonoridad de un idioma a mi me suena a chino. Ella lo sabe pero aún así lo comparte conmigo y yo adoro verla tan apasionada hablando de literatura. No sé cuántas veces habré escrito en estos diarios que la adoro. Miles. Seguro. Y las que me quedan por escribirlo.

Sin embargo creo que hoy simplemente lee para esperarme y charlar aunque sea unos minutos. Dedico demasiado tiempo al trabajo. Incluso a este diario le dedico un tiempo que debería ser para ella. Especialmente esta semana con todo el tema de la reunión para lo del muro (casi prefiero ni pensarlo), he estado demasiado ausente.

Me alegra saber que Olga está cerca, sobre todo en estos días. El último aborto la ha dejado especialmente hundida. Creo que piensa que nunca llegaremos a tener nuestro hijo. Y aunque me niego a decírselo, yo también empiezo a pensarlo. Son ya 4 embarazos que no han funcionado y aunque no me canso de decirle que aún somos jóvenes, siento que ya no hay esa ilusión en su rostro. “Tienes sólo 34 años, vida”. Le repito una y otra vez estas semanas, pero sé que ya no lo cree posible.

Intuyo que Olga debe ser mucho más efectiva que yo para eso de animarla. Entre mujeres es más fácil hablar de ciertas cuestiones. Y entre hermanas aún más. Olga es posiblemente la mujer menos femenina que he conocido en mi vida. Debe andar cerca de los dos metros de altura, unos 20 cm más que yo y corpuleta como ella sola.

Todo lo que tiene de grande y bruta, en el mejor sentido de la palabra, lo tiene de buen corazón. Cariñosa y amable se desvive con su hermana pequeña. Son la noche y el día. Heidi es tan delicada y pequeña. Con una apariencia tan frágil pero con tanta resolución y fuerza interior. Siempre he tenido claro que me atrajo su pelo rubio, su nariz pequeña y mirando al cielo, su sonrisa pícara y juguetona y su cuerpo tan bien proporcionado y dotado. Pero lo que sin duda me enamoró fue esa fuerza que desprende y que se ve en su mirada y en cada gesto.

La oigo pasar otra página. Voy a dejar estas cavilaciones y dedicarle el tiempo que se merece. Hoy no va a ser un beso de buenas noches y dos palabras. Hoy charlaremos un rato. Quiero saber qué lee, como le ha ido el día, si tiene planes con Olga. Si tiene visitas del médico. Si piensa por fin empezar a escribir ese libro que hace tanto ronda por su cabeza. Qué ha comido hoy. Qué vamos a comer mañana… ¿Mañana? Mañana es sábado.

Lo he decidido: este fin de semana será para nosotros. Cogeremos el coche y nos iremos donde le plazca. O pasearemos por la ciudad, Nuestro Berlín o el de al lado. Posiblemente en el otro lado, no sea que el muro se llegue a materializar. Comeremos en un buen restaurante. Alguna ventaja tiene ser un cargo importante en la VolksPolizei.

A guardar las carpetas e informes del comité en el cajón con llave y a la cama. Hasta el lunes sólo estaremos Heidi y yo.


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