Mi vida digital VII: RaspBerry PI

Mi vida digital VII: RaspBerry PI

En el capítulo anterior os contaba como localicé las luces Innr que eran compatibles con mi sistema siendo notablemente más baratas. Os conté que funcionaban con el software de Phillips pero que Siri no quería saber nada de ellas, como si no existieran. Hoy toca contaros de una forma muy breve algo de mi frikismo: de como incorporé una Raspberry PI a mi hogar digital. Comenzamos.

Raspberry PI

Para los que no lo sepáis, Raspeberry Pi es un microordenador, la mínima expresión de un ordenador. Un procesador básico, memoria básica, varios puertos para conectar teclados, ratones, pantalla, red… y poco más. Su tamaño es acorde a sus prestaciones: minúsculo: apenas es más grande que un paquete de tabaco ya con su caja. Su precio también es acorde: unos 35 € más o menos según el pack que compréis.

Hay packs con carcasa, con alimentador (realmente os vale casi cualquier cargador de móvil que tengáis tirado en casa para darle corriente), tarjeta de memoria (no tiene disco duro, por supuesto), sistema preinstalado… hay una gran variedad de packs según las necesidades y el uso que le vayáis a dar porque una raspberry tiene muchos usos.

Uno de los principales usos que tiene la Raspberry es tener en casa una máquna de videojuegos Retro. Juegos tIpo Galaxian, PacMan, 1942 y esos miles de juegos ochenteros y noventeros. Basta acoplarle un mando tipo NES y tenéis toda una consola con cientos de videojuegos en casa conectada a vuestro televisor. Y no exagero con lo de cientos. Podéis leer por ahí las interminables listas. Y por supuesto hay carcasas acordes a ese uso que le dan el aspecto de una antigua Play, NES, Dreamcast… a gusto del comsumidor.

Pero no era ese el uso que yo buscaba. Indagando había descubierto que había un software que se conectaba con mi puente de Phillips y a su vez con la aplicación Casa del iPhone sin las restricciones que tenía ahora mismo y pudiendo conectar mis bombillas holandesas a Siri. Dicho de otro modo: un puente entre mi puente y Siri. Una locura.

Frikeando

Ya sabéis si leeis este blog que soy muy friki y este tipo de desafíos del que os hablo me encantan. Por el simple hecho del desafío, tenga el resultado final que tenga. Eso sí, no os lo recomiendo en absoluto salvo que seais frikis. A partir de este momento es sólo apto para gente dispuesta a pelear con distribuciones de Linux, lineas de comando, etc. Esto, amigos, no es nada fácil no apto para todos los públicos así que os recomiendo que esperéis a la próxima semana.

Comencé comprando un pack básico de Raspberry. No necesitaba gran cosa. Tenía ganas hacía tiempo de cacharrear una así que por ese precio y por fin con un objetvo en mente me lancé a la aventura. Si tenéis algún conocimiento de Linux configurarla no es nada dificil. Conexión de teclado por USB, a la tele por HDMI, corriente y en la tarjeta de memoria cargamos un instalador de sistema. 4 comandos, seguir algún tutorial que no voy a reproducir aquí para no extenderme más aún y en menos de media hora tenéis un Linux básico funcionando en casa.

Esa magia de la linea de comandos de la que ya he hablado por aquí empieza a surgir, esas ganas de cacharrear, todo funciona más o menos y tras varias peripecias que incluyeron el cambio de mi Raspberry por otra porque la que compré tenía el lector de tarjetas roto tenía mi linux en marcha. Ahora pasamos a la segunda parte, que era instalar el puente para mi puente, un software libre llamado HomeBridge

HomeBridge

La capacidad de la gente para crear es infinita y casi todo lo que rodea Linux es una muestra de ello. Homebridge es un software desarrollado libremente por gente desinteresada y que funciona perfectamente. En esencia se trata de una forma de conectar diferentes puentes o sistemas con la aplicación Casa de iOS. Existen versiones para Mac, Windows, Linux y Raspberry, que es la que me ocupa. ¿Por qué una Raspberry si tengo un Mac ya en casa?. Sencillo: para que funcione, el programa debe estar 24 horas funcionando. No es lógico tener un ordenador encendido todo el día para esto así que la mejor solución era una RaspBerry. Un ordenador que apenas consume y que no necesita ni un monitor.

Os resumo mis múltiples peripecias en una frase: la Raspberry ha acabado en un cajón de casa.

Tras muchas, pero muchas, horas de trabajo conseguí hacerla funcionar. Nada es fácil en Linux, es un desafío que me gusta, pero requiere muchísimo esfuerzo. Funcionaba. Conseguí enlazarla con mi puente y Siri lo veía como otro más, con todos los dispositivos que tenía mi puente de Hue incluídas las bombillas Inner. En teoría maravilloso. Por fin podía apagar desde el salón a golpe de voz las luces del pasillo. Acosarme en la cama y decir “Oye, Siri. Apaga las luces de la casa” y que se apagaran las luces del pasillo también. Genial.

Más y más

Esto empezaba a gustarme, necesitaba más, pero lo de la RaspBerry no me acababa de convencer. Había tenido que programarle un reinicio automático todas las madrugadas porque de vez en cuando se quedaba colgada. Aún así a veces no funcionaba y la Raspberry me dió más de un mal rato. Perdía toda la configuración y tenía que reinstalarla desde cero. Por suerte tenía todo apuntado y documentado y era un proceso de minutos ya, pero resultaba incómodo.

Estaba convencido de que no era la solución aunque me valía por ahora. Seamos sinceros, como ya os conté en este post: un ordenador de 35€ no va a servir para algo serio. En todo este proceso, hablamos de varios meses, Ikea sacó sus luces inteligentes también, la serie Tradfri. Económicas, inteligentes, variadas y con idea de crecer. Era sin duda otro elemento a probar y ahí que vamos.

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