Cuestión de ritmo

Cuestión de ritmo

Pensar en ritmo es, inevitablemente, pensar en música. Pero ni mucho menos es lo único que tiene ritmo. Todo lo tiene. Las ciudades tienen ritmo, que varía a lo largo del día. Las películas tienen ritmo, las series y programas de televisión. La vida misma está marcada por el propio latido de los corazones.

Los libros también tienen ritmo. Cada historia que cuenta un libro tiene vida propia y ritmo propio. Natural, inconsciente, que no notas cuando es el correcto pero que te das cuenta que no está bien, cuando lo sientes desacompasado. Ahora precisamente estoy leyendo uno de esos libros a los que no acabo de encontrarle el ritmo. Con momentos brillantes pero otros muy forzados. Donde notas que quien lo ha escrito tenía un montón de ideas en la cabeza, de referencias que quería meter, y las ha colado todas como ha podido, sin ese ritmo. No ha salido natural, no me atrapa, no me adapto a ese ritmo. Veo surgir cosas aquí y allá, muchas de ellas muy buenas, pero no las veo aparecer con naturalidad.

No es que sea lento o rápido. Puedes tener cualquier tempo, pero debe ser el apropiado para la historia, lo que los personajes te piden. Y precisamente este libro, cuyo nombre no quiero decir porque prefiero hablar de lo bueno y no de lo malo, me ha hecho darme cuenta de porque me gustó tanto La Vida Imaginaria, el libro que leí justo antes.

Mara Torres, la autora, consiguió que me creyese a Fortunata. Me hizo ver el personaje como alguien real, como una persona muy similar a mi en muchos aspectos y muy diferente en otros, pero alguien muy auténtico. A ratos incluso lo identifiqué y le puse cara y voz de una amiga twittera. Sentí su vida, sus aventuras y desventuras, y me dejé llevar por la historia. Y es que tenía ritmo, fluía, era como la vida misma. Momentos fulgurantes, momentos lentos, me atrapaba. Es como esa música que no puedes evitar cerrar los ojos y seguirla con los dedos o que tu cuerpo se mueva a su compás. Que te emociona y te eleva o te relaja. Así vivía la vida de Nata porque Mara supo darle ese ritmo que su vida pedía.

No voy a contaros la historia. Hay mil webs sobre literatura que saben hacerlo mucho mejor que yo y lo han hecho. No soy analista, no soy escritor, sólo un lector que dejó que el ritmo de esa Vida Imaginaria lo guiase.

Pude comentar a Mara Torres, ventajas de Twitter, que su Vida Imaginaria me había reconciliado con la lectura. Y es cierto. Tras muchos libros que más o menos me gustaron, con buenas historias y con momentos sublimes entre cosas normales, La Vida Imaginaria me hizo volver a disfrutar sin pensar. Su ritmo me atrapó y me hizo volar en esa burbuja imaginaria que Nata, en un pasaje del libro, utiliza para volar de su casa al trabajo.

Y es que todo es cuestión de ritmo, de saber adaptar el ritmo de la historia a lo que la historia requiere. A hacer que fluya sin forzarla. Y Mara Torres lo consiguió. Y viendo lo que estoy viendo en el libro actual, aún aprecio más su gran trabajo.

Por supuesto, lectura más que recomendada. Ligera, amena, intensa, urbana. ¡¡Corred a por ella, insensatos!!

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