Sonrisas y lágrimas

Sonrisas y lágrimas

La semana pasada tuve que ir a una tienda de telefonía a presentar una reclamación en nombre de mi empresa, por una serie de cargos que nos estaban haciendo en la factura y que ya, cansado de hablar con el CAC me fui a presentar en persona en la tienda correspondiente. Como siempre en esos sitios, caos. La muchacha (de mi edad, no ninguna quinceañera) estaba allí estoicamente plantada, intentando mantener en el aire varias pelotas a la vez.

Una mujer mayor que quería una baja y que hablaba con el CAC. Que si ella no había pedido eso, que ella no necesitaba Internet (tenía toda la pinta de no saber la buena señora ni para que servía eso de Internet) y que el cacharro ese que le había llegado lo estaba devolviendo en la tienda, que si como iba a mandar un fax si ella no tenía fax…

Mientras, un chaval que había dejado una BlackBerry hacía unos días porque no podía oir UNA CANCIÓN que tenía en la tarjeta de memoria y que acababa de recogerla reparada, había comprobado como funcionaba todo, menos la dichosa canción. Venga a pegar gritos, que si no se iba sin que le cambiaran el móvil, que vaya mierda de servicio… lo habitual.

Y yo, con mi historia. Creo que más educado que el chaval de las voces, pero en definitiva reclamando y exigiendo mis derechos (los de mi empresa en este caso). Que si no me tenían que haber cobrado esto, que si ayer estuve 1 hora enganchado al teléfono, que si o me lo solucionaba o me daba la hoja de reclamaciones, lo normal.

Pero a medida que mi reclamación avanzaba, que la señora iba pidiéndole a la mujer un papel para anotar el fax, y el energúmeno de la BlackBerry iba elevando su tono de voz, la cara de la dependienta se iba transformando. Como pequeños temblores, en plan dibujos animados. Y en cualquier cómic o película seguro que hubiera resultado gracioso, pero a mi empezó a darme pena. Y ya, casi al final, cuando le pregunté si podía hacer algo ella, darme algún email o telefono especial, de repente levantó la cabeza del monitor, me miro con una sonrisa de oreja a oreja y dos tremendas lágrimas cayendo de los ojos.

Se había derrumbado del todo, pero la sonrisa continuaba allí y su tono se mantenía tranquilo y pausado. Me pidió permiso para ausentarse un rato a hacer unas gestiones dentro y desapareció. Yo no se si los otros dos es que no lo vieron, pero el de la blackberry permaneció gritando y la señora de la baja seguía hablando por teléfono tranquilamente.Volvió a los 5 minutos, con los ojos totalmente rojos. Se había desahogado totalmente en ese cuartito pero tenía que volver a salir. Y mucha gente se hubiera marchado a su casa, pero ella siguió allí. Me pidió mi teléfono para llamarme cuando averiguase algo más y aún sigo esperando. Me tocará volver otra vez la semana que viene, lo se. Por desgracia estas cosas son así.

Y no hago un alegato a favor de esta gente, solo quiero decir que me da mucho rabia cuando no se valora la dureza de este trabajo. Es muy habitual que en mi trabajo, los que trabajan en la calle, nos digan que estamos todo el día tranquilamente sentados sin hacer nada. Y no puedo con esos comentarios. Porque no creo que ningún trabajo merezca ser menospreciado, porque no creo ninguno valga mas de otro, salvo contadas excepciones. Porque puede que esta mujer esté todo el día sentada tras el mostrador tranquilamente, según el criterio que os digo. ¿Pero realmente somos capaces de entender la presión psicológica que requiere? Quizás yo empatizo demasiado. Habrá quien lo lleve mejor y sea capaz de trabajar en un sitio así sin que le afecte, pero creo que es muy duro y deberíamos intentar tener mas consideración con esas personas que tienen que dar la cara y a las que hacemos reponsables de cosas que ni siquiera ellos han hecho.

Porque en el fondo, son las grandes empresas las que están encima las que nos maltratan realmente con sus servicios, sus facturas y sus historias, pero por desgracia son personas que poco pueden hacer mas que cursar nuestra reclamación las que se llevan nuestros enfados y malos modos. Y tampoco es culpa suya.

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