Caos II: Caos

Hable ayer de mi padre, de sus inquietudes artísticas, de su afición por la pintura y dejé en el aire el porqué esta serie de post se llaman Caos.

También hablé de la evocación de ciertos momentos, de como la mente te puede llevar a lugares y traerte todas las emociones vividaS en ese momento incluso con olores y sabores. El otro día recordé uno de esos momentos relacionados con mi padre. Quizás por la fechas, quizás porque la primera visión de mi oficina tras la vuelta de las vacaciones me ha traído la palabra Caos y me ha vuelto este momento. No lo se, pero me apetecía contarlo aquí.

No puedo definir cuando ocurrió, se que aún vivía en casa, así que debió ser hace mas de 20 años con seguridad. No debía tener muchos años yo, quizás 10-15 años. Un niño. Mi padre siempre fue en casa, por lo menos para mi sobre todo con esa edad bastante desconocido. Se despertaba antes de levantarnos nosotros y se marchaba a trabajar. Rara vez venía a casa a comer y por la noche solía llegar cansado, ver un rato la TV, dedicar algo de tiempo a la pintura y poco hablábamos. En aquellos tiempos tampoco los padres mantenían con los hijos la relación de «amistad» que se mantiene hoy en día. Los padres eran los padres y los hijos los hijos.

Poco sabía de sus preocupaciones y motivaciones en la vida. Trabajaba y veía la tele. No lo digo con pena o con resentimiento. Al final, siempre estaba ahí cuando hacía falta, pero no conocía sus inquietudes, sus preocupaciones laborales y/o personales, si había crisis en la relación con su esposa (mi madre)… Todo era muy estable en aquellos tiempos. Papa y Mama estaban ahí. Mama encargada de la casa y Papa todo el día fuera trayendo el dinero a casa. Sencillo. Que sencillo era todo en aquella época a mis ojos.

De repente, una noche, algo turbo esa sencillez. Se escuchó algún grito que no provenía del cuarto de mis hermanas, discutiendo entre ellas, y un golpe. No se a que se debía, que estaba sucediendo, pero me dio miedo. El que gritaba era mi padre y no sabía que era ese golpe. En casa no teníamos ni idea de eso tan de moda ahora como son los malos tratos en el hogar. Alguna zapatilla de tela si que me había sobrevolado la cabeza alguna vez, pero nunca ni mi padre ni mi madre nos pusieron la mano encima mas allá de ese zapatillazo cuando llevabamos 2 horas discutiendo entre mis hermanas y yo sin obedecerles. Nada de esas cosas que se oían en otras casa como padres que golpeaban a sus hijos con los cinturones, en absoluto. Y, por supuesto, con mi madre tampoco. Me enorgullece decir que, con sus mas y sus menos, mi infancia y mi hogar siempre han sido bastante felices.

Aquella noche algo pasaba y, por lo poco que escuche, mi padre había llegado con alguna copa de mas y estaba discutiendo con mi madre. Yo me metí entre las sábanas e hice oídos sordos a lo que sucedía. Pasó la noche y a la mañana siguiente, mi padre se había marchado normalmente a trabajar. En la puerta del dormitorio de mis padres estaban las secuelas del golpe que había escuchado: un buen desconchón en la madera, fruto de un buen puñetazo que, por lo que se veía en la puerta, debió provocar también buenas consecuencias en la mano de mi padre. Efectivamente por la tarde comprobé los estragos del golpe en esa mano.

Pero aún mas que ese roto en la puerta, me impactó lo que encontré en la terraza. Sobre ese caballete del que normalmente aparecían caballos, paisajes, bodegones, retratos… había surgido el Caos. Como me gustaría en estos momentos poder dibujar y poner aquí una representación de ese cuadro. El blanco del lienzo había desaparecido totalmente. El fondo era una maraña de manchas verdes, marrones, azuladas, grises, … todo en tonos ocres. Brochazos, trazos, manchas… como si una necesidad imperiosa de cubrir todo el lienzo lo antes posible se hubiese apoderado de mi padre. No quedaba ni un resquicio sin pintar. Y sobre este desorden de formas y colores, escrita de un solo trazo, no se si con un pincel grueso o con los mismos dedos, la palabra CAOS.

Yo me quedé totalmente impactado viendo ese cuadro, tan poco artístico, tan poco elaborado, pero tan lleno de emoción. No se que estaba pasando por esa cabeza mientras volcaba todos sus sentimientos en ese lienzo, pero estaba lleno de vida. Parecía que tanto el fondo como las letras aún se movían, como si estuvieran cargados de electricidad. Me quedé un buen rato mirándolo, entre maravillado y asustado. Entendí qué es el que, en muchas ocasiones, llega a ser lo realmente importante en una pintura o una fotografía: lo que es capaz de transmitir. No tanto la técnica o la fidelidad. Lo que realmente hace importante un cuadro o una foto es lo que pueden transmitir. Y ese cuadro transmitía Caos. Transmitía el Caos existente en la mente de la persona que estaba dibujándolo.

No tengo ni idea de cual era la causa de tal caos. Si nosotros, si el trabajo, si un mal momento en la relación con mi madre. No tengo ni la mas remota idea y, por supuesto, ya nunca lo sabré. Desde luego, nadie habló en casa de ese cuadro con mi padre cuando volvió (al menos que yo sepa). A la mañana siguiente, cuando volví a buscar el cuadro, ya no estaba. El lienzo volvía a estar blanco, recién pintado. Era algo que mi padre solía hacer cuando un cuadro no le gustaba o cuando había estado haciendo experimentos, volvía a pintarlo de blanco para reutilizarlo, la cosa económica no estaba como para andar tirando lienzos. No se si hoy en día ese Caos estará oculto bajo alguno de los muchos cuadros de mi padre que pueblan mi casa o la de mi hermana o la de cualquiera de las casa de los hermanos de mi padre, que tienen muchos cuadros pintados por el.

No se donde estará físicamente, pero si se que en mi mente, cada vez que algo me sugiere la palabra Caos, ese cuadro está grabado a fuego.

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